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viernes, 25 de marzo de 2011

Los Ecocidios y el Futuro del Planeta

Los Ecocidios y el Futuro del Planeta
Juan Linares
El mayor crimen ecológico en la historia de Venezuela.
En la década de los setenta durante el gobierno de Raúl Leoni (1964-1965), dispuso la puesta en práctica de un muro de contención de las aguas, de un cierre del caño Manamo, de unas compuertas, de una carretera que permitiera llegar a Tucupita por vía terrestre, lo que era imposible antes; pero dispuso también, como consecuencia de una incomprensible planificación, del olvido o del qué importa, apenas son  indios, la muerte de miles de indígenas Warao —exiliados de sus tierras y de su medio, ajenos a toda la ferviente autosuficiencia destructiva del criollo—, así como el daño al medio ambiente, Un ecocidio mas terrible que recordemos, la disminución del caño Manamo a nivel de cloaca  (aún inmenso, para quienes no lo vieron cuando tenía vida) y la transformación de grandes extensiones de tierras fértiles y anegadizas en arenales salinizados. El buen sentido era suficiente para prever algunas consecuencias. Si cortaban el río, disminuían su caudal y hacían menos potente su corriente; entonces necesariamente el mar terminaría ganando la batalla milenaria que mantenía con él en las desembocaduras. Y el mar en efecto ganó. Pero no fue para  evitar la inundación estacional de Tucupita y liberar tierras para el cultivo, según un megaproyecto de la entonces recién creada CVG (parte del primer gran complejo de proyectos de desarrollo de la IV República). El dique es además carretera: permite la comunicación de la isla fluvial de Tucupita con el resto del país, insertándola dentro del régimen económico regional, nacional y global. Habían poderosas razones económicas; con el cierre del Caño Manamo se buscaba principalmente alterar el desembocadura natural del Río Orinoco y con ello canalizar mayores volúmenes de agua a la Boca Grande. Ese mayor caudal permitiría la navegación a los barcos que transportaban mineral de hierro explotado por las empresas Orinoco Mining e Iron Mining. Para la mayoría de los ecologistas y ambientalista, en el caño Manamo  se ha cometido el mayor crimen ecológico en la historia de Venezuela. . ¿Cuántas vidas, cuánta destrucción vale un barco con hierro?

En 1963 la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), empresa del Estado venezolano, llevó a cabo la estructuración de un muro de contención, la construcción de inmensas compuertas que impedían la salida natural de las aguas, una carretera hacia Tucupita y el eventual cierre del Caño Manamo, que era en ese entonces un afluente primordial para la navegación, alimentación y vida de una gran cantidad de elementos naturales, animales y vegetales, además de personas pertenecientes al pueblo warao.
Río Grande, Macareo y Manamo, como las tres corrientes principales desde las que el inmenso río Orinoco llega al Mar Atlántico, se vieron afectados por la puesta en marcha de este proyecto que concluyó con el cierre del Caño Manamo, el cual se encuentra estratégicamente ubicado al borde izquierdo de la ciudad de Tucupita, capital del estado Delta Amacuro. Esta situación traería consigo una serie de consecuencias nefastas materializadas en nombre del “desarrollo industrial” y el “mejoramiento” de la región.

El cierre del Caño Manamo ciertamente trae como ganancia para Tucupita el poder contar con acceso por vía terrestre, lo cual aumenta el nivel de intercambio de los habitantes de esta ciudad con el resto del país. No obstante, se ha producido una serie de consecuencias adversas: la hidrografía del terreno se comienza a ver afectada, acarreando la inundación de terrenos cosechables y la sequía de los no aptos.
Por su parte, el volumen del Caño Manamo se ha reducido en un 80%, disminuyendo la salida de las aguas fluviales y provocando de esta manera la salinización de los suelos, trayendo, por consiguiente, un cambio sustancial tanto en la flora como en la fauna. Muchos animales mueren. Otros emigran. Decenas de plantas desaparecen para siempre. Cientos de warao se ven en la necesidad de abandonar sus tierras emigrando a lugares y realidades inciertas, miles mueren al quedar atrapados en sus propias casas, pues la merma de las aguas del caño torna imposible la navegación de las curiaras, único modo de transportarse a otras zonas. Aunado a esto, el estancamiento de las aguas trae consigo enfermedades cutáneas y respiratorias que en la mayoría de los casos tiene como consecuencia la muerte de los indígenas.
Esta situación sigue trayendo actualmente otros problemas: los indígenas habitantes de los caños menores, al ver cada día disminuidas sus posibilidades alimenticias y de salubridad, emigran a lugares como San Félix, Puerto Ordaz, Caracas, Valencia, Ciudad Bolívar, además de otras zonas del país, dejando atrás su hábitat natural, su modo de vida autóctono, obligados a vivir en mendicidad, inmersos en una creciente depresión económica.

El cierre del Caño Manamo modificó la descarga de aguas del Orinoco hacia el mar (Golfo de Paria) por el Delta Noroccidental. La disminución de esta desembocadura de aguas dulces  modificó el régimen de mareas y el equilibrio con el agua salada marina, que aumentó su penetración Delta adentro.  Esto tiene un evidente impacto en la salinidad de los suelos, que al aumentar, hace retroceder a la mayoría de las plantas (y por supuesto, otras formas de vida asociadas) que no pueden resistir semejante concentración de iones. Esto resulta en el avance y establecimiento de la planta que por excelencia resiste la salinidad: el mangle rojo. Desgraciadamente, bajo ciertas condiciones, que son las presentes, el mangle rojo empobrece el medio y lo saliniza más aún, liberando sulfatos. Ésta no es una sal cualquiera: en medios húmedos (y este medio, es más que húmedo, es acuático) los sulfatos con el agua forman ácidos (ácido sulfúrico). No se trata de una mera salinización, sino de una acidificación insoportable para la vida, y que a la larga puede crear condiciones inhóspitas aun para el mangle rojo. Uno pensaría ingenuamente en la solución de evitar la acidificación disminuyendo la presencia de mangle, pero en buena medida, el mangle es también freno para el deterioro del ecosistema por la salinización, así que no puede ser tomado tan a la ligera. Queda al especialista en ecología vegetal, geoquímica orgánica, silvicultura, etc., el diagnóstico, pronóstico y tratamiento acertado. Toda la cuenca del Caño Manamo está afectada, incluyendo los caños y cañitos que forman parte de su sistema, tales como el Caño Pedernales. Estos caños desembocan todos en el mismo punto en el Golfo de Paria, donde el centro poblado más grande es Pedernales, un centro esencialmente criollo con apenas poco más de un siglo (según la fundación criolla), que ahora recibe la “bendición” de acoger a las petroleras multinacionales.
La destrucción de los Bosques en Venezuela
Otro ecocidio es la perdida de los bosques en Venezuela. La destrucción y degradación de bosques en Venezuela se ha convertido en una amenaza a la estabilidad ecológica, y por ende a la estabilidad económica y social del país. Con los bosques se pierde uno de los principales sustentos de modelos de desarrollo efectivamente sostenibles en el tiempo. La destrucción de bosques en Venezuela continúa a tasas alarmantes. Según la Organización de Naciones Unidas, Venezuela ha venido registrando en los últimos 28 años una de las tasas de deforestación más altas de América Latina.

Durante la década de los 70, los bosques de Venezuela fueron talados a razón de 245.000 hectáreas por año (FAO, 1988). En la década de los 80 la destrucción aumentó en forma dramática, para alcanzar un promedio de 600.000 hectáreas por año (FAO: FOREST RESOURCE ASSESSMENT 1993). Sólo en esta década años se destruyeron en el país 6 millones de hectáreas de bosques, una superficie equivalente a la de toda Costa Rica.
Las cifras ofrecidas por el Ministerio del Ambiente y de los Recursos Naturales, en el lapso comprendido de 1995 y 2000, son inquietantes: La tasa de deforestación en Venezuela sobrepasa el 2. 8 por ciento anual, es decir se deforestaron 1,300 millones de hectáreas anualmente, más del doble que en el quinquenio anterior. Si se ha mantenido el porcentaje de deforestación de los países señalados, Venezuela ocuparía actualmente el décimo lugar en el mundo entre los países con mayor porcentaje de deforestación de sus bosques. A este nivel de deforestación, en Venezuela no quedara un bosque en un lapso de 40 años. Pasará a ser un país desertificado, con catastróficas consecuencias para su población.

La mala praxis en el manejo forestal ha contribuido a que Venezuela registre una las más altas tasas de deforestación en América Latina. Según la FAO y el Banco Mundial, entre 1990-2005 Venezuela perdió un promedio de 300,000 hectáreas de bosques naturales cada año.
La destrucción de bosques en Venezuela se ha convertido en una amenaza a la estabilidad ambiental, y por ende a la estabilidad económica y social del país. Destruye progresivamente uno de los recursos estratégicos más importantes del país: su megadiversidad genética. Amenaza las fuentes de agua y la producción agrícola. Aumenta tanto la intensidad como la frecuencia de sequías e inundaciones. Sin embargo, no se ha definido una estrategia para revertir este proceso. Con los bosques el país pierde uno de los principales sustentos de modelos nacionales de desarrollo efectivamente sostenibles en el tiempo
Aprovechadas sustentablemente, las riquezas de los bosques de Venezuela podrían suponer una de las más importantes fuentes de recursos para la economía del país y el bienestar de su población: oxígeno, agua, madera, medicinas, resinas, fibras textiles y frutos, entre otros. Sin embargo, las zonas boscosas están siendo sobreexplotadas y destruidas a un ritmo tan alarmante que algunos expertos, como Julio César Centeno, consideran que “...de seguir con una tasa de deforestación de esta magnitud, Venezuela se convertiría en un desierto en menos de 40 años...”.

La principal amenaza para los bosques del país se centra en los procesos de apertura petrolera y minera. En el primer caso, importantes áreas boscosas han sido entregadas bajo concesión para ser explotadas por compañías petroleras; en el segundo, el proyecto de Ley de Minas autoriza la explotación en cualquier área del territorio nacional rica en recursos mineros. El caso más significativo es la apertura del 38% de la Reserva Forestal de Imataca a la minería, pero también existe una fuerte presión sobre las restantes 10 reservas forestales del país.

La Asamblea Nacional está en deuda con las futuras generaciones y debe legislar en materia ambiental para preservar la biodiversidad venezolana y contribuir a detener el calentamiento global, se debe revertir lo hecho en la cuarta republica, cuando en 1968 durante el gobierno de Raúl Leoni, se decretó el exterminio de los Bosques Tropicales Húmedos, estos por su alta biodiversidad, su valor hidrográfico y su relación con el clima continental y de gran importancia para la vida, vista su importancia había que salvaguardarlos. Pero prevaleciendo el interés económico los decretaron zonas de “Reservas Forestales” y así validaban la explotación maderera de estos bosques. Esa figura legal  permitió a la larga  una gigantesca extracción de madera sobre los bosques naturales, que bajo estos decretos originó la amenaza de desaparecer enormes extensiones de bosque natural, en el norte del territorio.
La figura jurídica de reserva forestal se refiere a bosques naturales delimitados para la explotación de maderas con fines industriales. De acuerdo con la legislación vigente, esta actividad se práctica a través de concesiones forestales. La concesión es una modalidad de aprovechamiento de los recursos madereros de un bosque público, a través de permisos de explotación otorgados por el estado en su mayor parte a empresas privadas. Para el año 2000 se habían entregado en concesión 3.6 millones de hectáreas en Venezuela, en unidades que varían entre 30,000 y 200,000 hectáreas.
La explotación industrial de maderas en las reservas forestales se debe realizar de acuerdo con lo establecido en la Ley Forestal y su reglamento. De esta manera se pretenden asegurar prácticas sostenibles de manejo forestal, garantizando la permanencia del recurso y un flujo sostenible de maderas para usos industriales.
Sin embargo, en la actualidad, a más de 40 años del establecimiento de tales prácticas y requisitos, la realidad diverge de lo esperado. Los bosques son explotados como si fuesen minas, eliminando progresivamente las “vetas” de maderas preciosas. Algunas ya han desaparecido. Otras continúan siendo explotadas más allá de su capacidad de regeneración. El manejo sostenible de bosques naturales en Venezuela es más un mito que una realidad.
Es alarmante el contraste entre lo establecido en las leyes y lo que ocurre en la práctica. De la reserva forestal de Turén, en el estado Portuguesa, sólo sobrevive el 5% de sus majestuosos bosques originales, los que se extendían sobre 116,000 hectáreas, ricos en especies de alto valor comercial, como la Caoba. Lo mismo ocurrió con el lote boscoso de San Francisco, en el Estado Bolívar, en donde se perdieron 40,000 hectáreas de bosque natural.
También se ha perdido la mayor parte de los lotes boscosos originalmente localizados al norte del Orinoco: Río Tokuko, Río Aricuaiza, Río Tarra, Guaimaral, Río Caripe y Río Guanipa. Una pérdida de más de 300,000 hectáreas de bosques natural, decretados inicialmente como de carácter permanente para la producción de madera industrial.
Otras reservas forestales han perdido la mayor parte de su superficie original, como Ticoporo, Caparo, San Camilo y Río Tocuyo, en donde se han destruido 700,000 hectáreas de bosques naturales. De estas reservas forestales sólo quedan fracciones, severamente intervenidas y con escasas posibilidades de sobrevivir mas de unos años.
La diferencia está en que, actualmente, hemos agotado el tiempo disponible para emprender las acciones necesarias que desactiven la bomba de relojería del calentamiento global. Los años venideros, los esfuerzos han de ser mayores deberán trazar un plan en el que los grandes países industrializados ejerzan el liderazgo correspondiente a nuestra responsabilidad en la peligrosa situación actual. De lo contrario, resultará inútil tratar de reducir el dióxido de carbono atmosférico a niveles que eviten que el sistema climático alcance un punto de inflexión más allá del cual se producirá una espiral de desastrosos cambios climáticos que escapará al control de la Humanidad.
Hay ciertos factores que no somos ajenos en el país y debemos implementar políticas ecológicas y educar a nuestros niños, de repetir las experiencias presentes y pasadas. La deforestación de los bosques en el país a la larga va a tener consecuencias drásticas para nuestro país y nuestro planeta. Entre 1980 y el año 2007 se destruyeron en Venezuela cerca de 14 millones de hectáreas de bosques naturales, a una tasa promedio de 500.000 hectáreas por año, más de 1.300 hectáreas por día, el equivalente a una hectárea cada minuto. Una devastación sin precedentes en la historia del país.
Detener el Ecocidio en la reserva forestal del Caura
Tenemos que salvar la Reserva Forestal El Caura para que no corra la misma suerte de las Reservas Forestales de Turén, Ticoporo y San Camilo, Caparo, Rio Tocuyo, Socopó y otras. Estas reservas forestales arrasadas por los traficantes de la madera y en complicidad con algunos funcionarios del Ministerio del Ambiente  son los culpables de una gigantesca extracción de madera sobre los bosques naturales, que bajo estos decretos originó la destrucción y desaparición de enormes extensiones de bosque natural, en el norte del país, para satisfacer las hordas madereras,  después convertidas en fincas ganaderas con baja producción,  que nunca les interesó la recuperación y el repoblamiento sobre todo en las Reservas Forestales de Turén, San Camilo, Río Tocuyo, Ticoporo, Socopó, Caparo y otras. Solo quedan no intervenidas la Reservas Forestales del Caura y Sipapo, esta última sobre zonas indígenas Piaroas en el estado de Amazonas. La cuenca del río Caura se encuentra cubierta por bosques en cerca del 85% de su extensión, con arbustos y sabanas cubriendo el 15% restante. Los bosques contienen una gran diversidad de especies de plantas y animales, con un índice de endemismo particularmente alto. La biomasa superficial registra un promedio de 300 toneladas por hectárea.
La mayoría de los venezolanos hemos vivido históricamente a espaldas de este inmenso y rico territorio, así como de las aspiraciones, necesidades, prácticas y creencias de sus habitantes. Durante al menos un par de décadas, la cuenca del río Caura ha sufrido con absoluta impunidad la penetración de presuntos exploradores, misioneros, científicos y turistas, frecuentemente involucrados en el contrabando de oro y diamantes, la extracción ilícita de plantas y animales silvestres, realizando ilegalmente actividades de bio-prospección, explorando en busca de coltán y otros minerales estratégicos, o registrando valiosos conocimientos ancestrales indígenas para su exportación a centros de información en el extranjero.
El reciente “descubrimiento” de mineros ha desatado una inusitada presencia de altos representantes políticos y militares en la zona. Se multiplican los llamados por acciones rápidas y efectivas para proteger los recursos naturales y las poblaciones indígenas del territorio.
Aproximadamente la mitad de la cuenca del río Caura se encuentra protegida por figuras jurídicas como la de parque nacional. Allí se encuentra el parque Sari Sariñama, partes de los monumentos naturales Sierra de Maigualida, Cerro de Guaiquinima y Cerro de Guanacoco, y parte de la Zona Protectora Sur del estado Bolívar. Pero la otra mitad, 2.2 millones de hectáreas, es parte efectiva de la Reserva Forestal del Caura, decretada en Enero de 1968.
La explotación industrial de maderas en las reservas forestales se debe realizar de acuerdo con lo establecido en la Ley Forestal y su reglamento. De esta manera se pretenden asegurar prácticas sostenibles de manejo forestal, garantizando la permanencia del recurso y un flujo sostenible de maderas para usos industriales.
Aun esperamos el decreto del Parque Nacional El Caura. Vemos como hay campañas ambientalistas para salvar zonas del planeta que están amenazadas, en estos momentos se recolectan firmas para entregar al gobierno chileno que pretenden explotar minas de oro, plata y otros minerales han sido encontrados bajos los glaciares. Para llegar hasta ellos será necesario quebrar y destruir los glaciares. El proyecto se llama Pascua Lama. La compañía se llama Barrick Gold. La operación está siendo planeada por una multinacional de la cual es miembro George Bush padre. Para pedir la paralización de este crimen ecológico están recolectando firmas en todo el mundo. Este ejemplo debemos seguir en Venezuela especialmente en el estado Bolívar recolectar millares de firmas para entregar al gobierno venezolano para que se decrete EL PARQUE NACIONAL EL CAURA.
                                                                                                             jlrlinares@gmail.com

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