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viernes, 18 de marzo de 2022

Cronicas Laborales

 

                                                  Los derechos laborales en Venezuela.

                                                                       Gabriel Moreno (*)

 

Cambalache es el titulo de un viejo tango, el cual, con inusitada crudeza describe los valores culturales/ sociales de una sociedad en crisis.

Es la sociedad igualada en los estertores del albañal.

Es igual ser doctor que ser pillo. Es igual ser cura que ladrón. Es igual ser educador que ser mentiroso.

La Venezuela actual en mucho se parece a la letra de ese famoso tango.

En materia de los derechos laborales, el asunto es crudo.

La formalidad jurídica describe un mosaico de cosas bellas.

La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el renglón laboral, es, atendiendo a la formalidad que describe, el instrumento jurídico más protector de los derechos laborales.

Es única en el mundo.

Y las leyes laborales que desarrollan los postulados normativos de factura constitucional,  no se quedan atrás.

Todo es bello.

Lo terrible viene cuando se intenta conjugar la formalidad jurídica con la realidad.

La formalidad jurídica es una verdad, porque está escrita. Y la patética carencia de derechos laborales en la realidad es un dato cierto. Inocultable. Dolorosa.

 La carencia de derechos reales en Venezuela, es padecida por millones de trabajadores activos y pasivos.

Al momento de escribir estas notas el monto de las pensiones otorgadas por vejez, no llegan a dos dólares mensuales.

Y los pagos recibidos a causa de las ganadas jubilaciones, los montos, igualmente, están bien cerca de lo recibido por pensiones de vejez.

Allí está el fracaso de la seguridad social tan pregonada en sus bondades por la constitución de 1999.

En cuanto a los trabajadores activos (y sin ofender a nadie), pueden decirse que ganan menos que un esclavo.

Y al perderse el salario, el cálculo y pago, de los demás beneficios no tienen su principal referente: el salario real.

Así, las prestaciones sociales, las vacaciones y el bono vacacional, las utilidades, horas extras, bono nocturno, y muchos otros beneficios, es algo perdido. Lo que reciben es miseria.

Si un trabajador ganase dos dólares mensuales (en realidad es menos), y al final del año cobrara sesenta días de utilidades, el monto a cobrar serían cuatro dólares.

De trabajar alguien en Venezuela, veinte años, y culmina su relación de trabajo, ganando dos dólares mensuales, el monto a cobrar ha de ser 20 por dos, y es igual, a cuarenta dólares de prestaciones sociales.

En cuanto a derechos colectivos. En Guayana, región sede de la industria pesada en el país, de manera real, desde hace más de diez años no se discuten las convenciones colectivas. Todo lo impone el gobierno desde arriba.

Los sindicatos son parapetos al servicio de nadie. Ellos son controlados por los políticos y los malhechores que se prestan a ese juego.

No hay democracia sindical. Nadie rinde cuenta. No hay elecciones.

Los sindicatos, al no existir en la realidad (en la formalidad sí), no hay planes de luchas. Las esperanzas de una vida mejor, desde los centros de trabajo, navegan en el naufragio. Sin ilusiones.

La clase trabajadora en Venezuela, es un sector humillado. Mal tratado en todo sentido.

Actualmente, con el salario percibido (igual que las pensiones y jubilaciones), nadie en Venezuela puede alimentarse ni precariamente.

Es asombroso.

Esto tiene que cambiar. Es un sector humano del planeta tierra en ruinas. En la miseria.

Eso explica la masiva salida de los venezolanos de su país. Se huye del hambre.

Venezuela es el único país del mundo donde trabajar arruina a la gente (no conozco otro).

¡No hay derechos laborales reales en Venezuela!

gabrielmorenopoeta@gmail.com

 * Especialista /Derecho del Trabajo

 

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