Los derechos laborales en Venezuela.
Gabriel Moreno (*)
Cambalache es el titulo de un viejo tango, el cual, con inusitada
crudeza describe los valores culturales/ sociales de una sociedad en crisis.
Es la sociedad
igualada en los estertores del albañal.
Es igual ser
doctor que ser pillo. Es igual ser cura que ladrón. Es igual ser educador que
ser mentiroso.
La Venezuela
actual en mucho se parece a la letra de ese famoso tango.
En materia
de los derechos laborales, el asunto es crudo.
La formalidad jurídica describe un mosaico de cosas bellas.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en el renglón laboral, es, atendiendo a la formalidad que describe, el instrumento jurídico más protector de los derechos laborales.
Es única en
el mundo.
Y las leyes
laborales que desarrollan los postulados normativos de factura
constitucional, no se quedan atrás.
Todo es
bello.
Lo terrible
viene cuando se intenta conjugar la formalidad jurídica con la realidad.
La formalidad
jurídica es una verdad, porque está escrita. Y la patética carencia de derechos
laborales en la realidad es un dato cierto. Inocultable. Dolorosa.
La carencia de derechos reales en Venezuela,
es padecida por millones de trabajadores activos y pasivos.
Al momento
de escribir estas notas el monto de las pensiones otorgadas por vejez, no
llegan a dos dólares mensuales.
Y los pagos
recibidos a causa de las ganadas jubilaciones, los montos, igualmente, están
bien cerca de lo recibido por pensiones de vejez.
Allí está el
fracaso de la seguridad social tan pregonada en sus bondades por la
constitución de 1999.
En cuanto a
los trabajadores activos (y sin ofender a nadie), pueden decirse que ganan
menos que un esclavo.
Y al
perderse el salario, el cálculo y pago, de los demás beneficios no tienen su
principal referente: el salario real.
Así, las
prestaciones sociales, las vacaciones y el bono vacacional, las utilidades,
horas extras, bono nocturno, y muchos otros beneficios, es algo perdido. Lo que
reciben es miseria.
Si un
trabajador ganase dos dólares mensuales (en realidad es menos), y al final del
año cobrara sesenta días de utilidades, el monto a cobrar serían cuatro dólares.
De trabajar
alguien en Venezuela, veinte años, y culmina su relación de trabajo, ganando
dos dólares mensuales, el monto a cobrar ha de ser 20 por dos, y es igual, a
cuarenta dólares de prestaciones sociales.
En cuanto a
derechos colectivos. En Guayana, región sede de la industria pesada en el país,
de manera real, desde hace más de diez años no se discuten las convenciones
colectivas. Todo lo impone el gobierno desde arriba.
Los
sindicatos son parapetos al servicio de nadie. Ellos son controlados por los
políticos y los malhechores que se prestan a ese juego.
No hay
democracia sindical. Nadie rinde cuenta. No hay elecciones.
Los
sindicatos, al no existir en la realidad (en la formalidad sí), no hay planes
de luchas. Las esperanzas de una vida mejor, desde los centros de trabajo,
navegan en el naufragio. Sin ilusiones.
La clase
trabajadora en Venezuela, es un sector humillado. Mal tratado en todo sentido.
Actualmente,
con el salario percibido (igual que las pensiones y jubilaciones), nadie en Venezuela
puede alimentarse ni precariamente.
Es
asombroso.
Esto tiene que
cambiar. Es un sector humano del planeta tierra en ruinas. En la miseria.
Eso explica
la masiva salida de los venezolanos de su país. Se huye del hambre.
Venezuela es
el único país del mundo donde trabajar arruina a la gente (no conozco otro).
¡No hay
derechos laborales reales en Venezuela!
gabrielmorenopoeta@gmail.com
* Especialista /Derecho del Trabajo
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