lunes, 25 de julio de 2011

MEDICINAS PEORES QUE LAS ENFERMEDADES

Los mercados de carbono, la geoingenieria y los biocombustibles, estas palabras tenemos que conocerlas, porque ya comienzan a estar de moda, No son solamente los científicos que proponen estas “soluciones”,  ellos suministran el discurso y las capacidades a los mas ambiciosos  las trasnacionales y grandes compañías (Petroleras, carbón, energía) comenzaran a presentarla como la panacea para detener el calentamiento global. Ellos negaban el cambio climático. Pero no son solo las trasnacionales, tienen sus aliados en los gobiernos de Estados Unidos y Reino Unido que consideran la geoingenieria como la solución perfecta al cambio climático. Porque ellos piensan que aplicando esta ciencia se pueden mantener la contaminación y emitiendo gases de efecto invernadero, porque podrían enfriar el planeta permanentemente, lo cual además les reportará lucros adicionales. Sobre este tema nos podemos documental en el Blog del Grupo: http://www.etcgroup.org/es.
Pero vamos a comenzar con el tema de los Mercados de carbono. Teóricamente, los mercados de carbono no reducen las emisiones de los países desarrollado, lo que hacen es trasladar la carga de la responsabilidad a los países en desarrollo, en la práctica este es uno mecanismos que emana del Protocolo de Kioto y está basado en el mercado, el Mecanismo para un Desarrollo Limpio (MDL), es un fracaso. No es posible evaluar que los proyectos producen reducciones verdaderas no es posible. El mercado de carbono se ha transformado en un negocio lucrativo, mercantilizando nuestra Madre Tierra, esto no representa una alternativa para afrontar el cambio climático, puesto que saquea, devasta la tierra, el agua e incluso la vida misma.
La compensación de carbono no tiene ningún beneficio para los países en desarrollo y solo beneficia a los inversores privados y los principales contaminantes, y les permite a los países ricos evitar sus compromisos de reducción de emisiones. Constituye una distracción que nos aleja de las acciones reales para abordar las causas estructurales del cambio climático”, afirmó la organización Amigos de la Tierra Internacional.
“La idea básica detrás de REDD, Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación es sencilla: los países en desarrollo que están dispuestos y son capaces de reducir las emisiones derivadas de la deforestación deben ser compensados económicamente por ello. Sin embargo, según muchos Pueblos Indígenas, REDD es colonialismo de los bosques, ya que permite a las industrias contaminadoras del Norte comprar permisos para contaminar o "créditos de carbono" con la promesa de no talar bosques y plantaciones en el Sur. El periódico The Australian llama a REDD una " estafa clásica del siglo XXI nacida de la industria mundial del cambio climático.”

Se puede decir que los mercados de carbono a parte de constituir una estafa de los países industrializados; Ellos tratan de buscar la manera de continuar contaminando el planeta y acelerando el calentamiento global, es decir, no recetan remedios que pueden resultar peor que la enfermedad; igual nos plantean que para reducir la dependencia del petróleo, cuya escasez pasa factura en la crisis actual; los detractores los acusan del alza del precio de los alimentos y de la destrucción de ecosistemas para plantar los cultivos. ¿Tiene futuro esta fuente de energía?
Otras de las panaceas son los biocombustibles, presentados hace unos años como parte de la solución al problema del cambio climático, se encuentran en estos momentos en el ojo del huracán. Cada vez cobra más fuerza una corriente en contra que cuestiona su viabilidad y su impacto medioambiental y social. Organizaciones ecologistas y humanitarias, expertos en energía y algunos países europeos alientan la polémica en torno a estos carburantes, que se obtienen a partir de maíz, sorgo, caña de azúcar, remolacha o cereales como trigo o maíz (bioetanol) o de aceites vegetales usados o sin usar (biodiésel). 
El cultivo de estos productos alimenticios para uso para producir combustibles son los responsables del reciente aumento del precio de los alimentos y, de esta forma, de contribuir a incrementar el hambre en el mundo. Denuncian, además, su impacto sobre la pérdida de biodiversidad y la deforestación, ya que muchos bosques tropicales están perdiendo terreno a favor del cultivo de materias primas dedicadas a su producción. 
Los científicos han producido evidencia condenatoria, la cual sugiere que los biocombustibles podrían ser uno de los mayores fraudes ambientales, porque en realidad empeoran el calentamiento global al contribuir a las emisiones de dióxido de carbono producido por humanos que supuestamente deben reducirse.
Dos estudios separados, publicados en la revista Science, muestran que los cultivos que hoy se desarrollan para producir alternativas “verdes” a los combustibles basados en el petróleo emiten mucho más dióxido de carbono a la atmósfera del que puede ser absorbido por las plantas.
Los científicos descubrieron que en el caso de algunos cultivos se requerirían varios siglos para pagar la “deuda de carbono” que se genera. Estos costos ambientales no toman en cuenta la destrucción adicional del medio ambiente, por ejemplo la pérdida de biodiversidad causada al desmontar áreas de selva.
“Todos los biocombustibles que usamos hoy destruyen los hábitat, ya sea en forma directa o indirecta. La agricultura global ya produce alimentos para 6 mil millones de personas; producir biocombustible basado en plantas también implicará convertir más tierra a uso agrícola”, advierte Joe Fargione, de la organización privada estadunidense The Nature Conservancy, quien encabezó uno de los estudios.
“Al encontrar soluciones al cambio climático, debemos asegurarnos de que el remedio no resulte peor que la enfermedad”, señala Jimmie Powell, integrante del equipo científico de The Nature Conservancy. “No podemos darnos el lujo de desestimar las consecuencias de convertir tierra para biocombustibles. Hacerlo significa que sin proponérnoslo podríamos promover alternativas peores que los combustibles fósiles. Los hallazgos de estos estudios deben incorporarse en las políticas de emisión de carbono de aquí en adelante”, consideró
La Geoingeniería o “Ingeniería Planetaria” surge de las teorías científicas que abordan el problema del cambio climático formulando técnicas especialmente desarrolladas para influenciar el clima terrestre estipulando como su propósito combatir el calentamiento global. The Royal Society define la Geoingeniería como “La manipulación intencional a gran escala del medio ambiente planetario para contrarrestar el cambio climático antropogénico”.
Los países industrializados no quieren enfrentar el grave problema de las emisiones toxicas y proponen la geoingenieria para enfriar la Tierra inyectando sulfatos a la estratosfera, blanquear las nubes para desviar la luz solar o la fertilización de los mares con nano-partículas de hierro para aumentar su capacidad de acumulación de carbono. Aunque son de alto riesgo para el ecosistema planetario, estas técnicas están adquiriendo credibilidad entre las instituciones, medios de comunicación, políticos y legisladores.

Blanquear nubes, fertilizar el océano, tapar el sol, inyectar nanopartículas de azufre en la estratósfera, invadir las tierras con mega-plantaciones de transgénicos super brillantes para reflejar los rayos solares...; abrillantar los mares, "sembrar" miles de árboles artificiales, plantar millones de árboles para quemar como carbón y enterrarlos como " Biochar: El carbón vegetal presentado como “biochar” encaja perfectamente con otras falsas soluciones climáticas basadas en plantaciones a gran escala y en apropiación de tierras, que van desde agrocombustibles a plantaciones de árboles como “sumideros de carbono” y árboles transgénicos. La lógica científica para el “biochar” es aún más endeble que para muchas de esas otras falsas soluciones.

                                
La geoingeniería se refiere a la manipulación intencional de grandes trozos del planeta para, supuestamente, contrarrestar el cambio climático. Hasta hace poco era considerada ciencia ficción. Ahora, poderosos intereses económicos y políticos, presionan por llevarla a la práctica. En el último año, varias instituciones científicas de renombre –como la Sociedad Real del Reino Unido– se han prestado a publicar informes sobre geoingeniería, con escasa o nula participación de científicos críticos, concluyendo que "se debe financiar con recursos públicos la investigación y experimentación de la geoingeniería". “La Sociedad Real puede aparentar precaución en su reporte pero, de hecho, cuando se trata de la geoingeniería, una luz amarilla puede rápidamente volverse verde. Para que tenga un efecto en el clima, cualquier esquema de geoingeniería tendría que ser masivo —las partículas de sulfato o el blanqueamiento de las nubes tendrían que desviar mucha luz solar y la fertilización oceánica tendría que abarcar inmensas áreas de mar. Ni los modelos de computación más cuidadosos podrán predecir qué va a suceder si un experimento se amplía a gran escala fuera del laboratorio”, afirma Bronson. “Si los gobiernos creen que existe un remedio tecnológico para el dilema del cambio climático que los deje libres de responsabilidad en las próximas negociaciones sobre cambio climático en Copenhague, estarán desperdiciando valioso tiempo y dinero en riesgosas fantasías, pasando por alto efectos secundarios potencialmente devastadores para el planeta y desviando la atención de la necesidad urgente de reducir las emisiones de carbono en la fuente.”


Los científicos que promueven la geoingeniería, alegan que como los políticos no se ponen de acuerdo para enfrentar el cambio climático, hay que tener preparado un "plan B". Reconocen que implica enorme riesgos, pero según ellos, no hay otra salida.

Después del fracaso de la cumbre del clima en Copenhague, paradójicamente provocado por los mismos gobiernos y empresas que causaron el cambio climático, científicos provenientes de esos mismos países convergen en decir que la democracia no es útil para enfrentar las crisis. Proclaman que ellos tendrán que salvar al planeta y a la humanidad, aunque sea a la fuerza y contra nuestra voluntad.

James Lovelock, famoso científico preocupado por el ambiente, Para él, la única alternativa es manipular el clima con geoingeniería. Lo mismo expresa el científico canadiense David Keith, que en enero 2010 publicó en la revista Nature que urge "manejar la radiación solar", inyectando nanopartículas azufradas en la estratósfera, para que desvíen los rayos del sol. Esto imitaría la nube que se forma en una erupción volcánica, y quizá bajaría la temperatura global (teóricamente lo que sucedió con la erupción del volcán Pinatubo en 1991). Tendría muchos y gravísimos impactos y efectos colaterales no deseados, sobre todo en regiones al sur del mundo, muy lejos de los países de Keith y Lovelock, pero como aclara Keith "el manejo de la radiación solar tiene tres características esenciales: es rápida, barata e imperfecta".

Pese a eso, Keith aboga por experimentar con geoingeniería en campo a la brevedad, sin que haya intromisión de Naciones Unidas u otro tipo de supervisión multilateral, que solamente demorará lo que algunos científicos y unos cuantos hombres ricos y empresas pueden hacer sin que los molesten las instancias democráticas internacionales.

A principios de mayo 2010 salió a luz el proyecto de otros científicos, financiados con dinero de Bill Gates, para experimentar el "blanqueo de nubes", inyectando agua del mar desde barcos no tripulados en una superficie de 10,000 kilómetros cuadrados de océano. Argumentan que es "barato" y solamente un experimento. Pero en rigor, la etapa "experimental" no existe en geoingeniería. Para tener algún efecto sobre clima debe ser a mega-escala. Los que proponen blanquear las nubes para aumentar el reflejo de la luz del sol, reconocen que habría que cubrir cerca de la mitad del Océano Pacífico con barcos que lancen agua de mar a las nubes, para quizá tener algún efecto sobre el clima.

Silvia Ribeiro, investigadora del Grupo ETC, en una entrevista en México; que puede llevar por título "Una red de poderosas trasnacionales juegan a romper las reglas de la naturaleza". Nos dice: “Sobre la Geoingenieria que se está planteando como alternativa para manejar el cambio climático. Cómo ningún gobierno cree que las negociaciones internacionales van a lograr parar el cambio climático, que cada vez está peor, hay muchos científicos planteando proyectos de geoingeniería como la “única solución”, aunque implique riesgos enormes. Y por supuesto, muchas empresas ven en esto otra fuente de jugosos negocios.

Entre las propuestas de geoingeniería está la de “imitar” erupciones volcánicas, lanzando millones de globos con compuestos azufrados (otra vez, con nanopartículas) para tapar los rayos del sol. Las partículas luego caerían a la tierra provocando la muerte prematura de medio millón de personas, pero Paul Crutzen, el premio Nobel de química que lo propuso, considera que con el cambio climático también moriría mucha gente…
La fertilización oceánica se trata de arrojar al mar nanopartículas de hierro o urea, para provocar florecimientos súbitos y masivos de plancton, que teóricamente absorberían dióxido de carbono y lo llevarían al fondo del mar. Ha habido 13 experimentos patrocinados por gobiernos, pero también hay tres empresas que lo promueven comercialmente: venden “créditos de carbono” que otras empresas o individuos compran para que se “fertilice” el mar y absorba dióxido de carbono. Sin embargo, hay estudios en revistas científicas como “Nature” y “Science”, que muestran que el carbono volvería a la superficie, se afectaría gravemente las cadenas tróficas del mar y se generaría falta de oxígeno y nutrientes en otras capas del océano, además de potencialmente provocar el surgimiento de algas dañinas y muchos otros efectos sobre el mar y costas, incluyendo la disrupción de los sistemas de pesca artesanal.
En este caso particular, logramos en 2008 que el Convenio de Diversidad Biológica de Naciones Unidas declarara una moratoria contra la fertilización oceánica, pero las empresas empeñadas en hacer de esto un negocio –por ejemplo «Climos»- están cabildeando fuertemente para revertirla.
Un problema general de todas las propuestas de geoingeniería, es que por definición deben ser a gran escala (de lo contrario, no tendrían ningún efecto sobre el clima), y que al ser iniciativa de algunos gobiernos y empresas, necesariamente otros países que no paguen por ellas van a sufrir las consecuencias de sus impactos.
Lamentablemente hay muchos más propuestas, como extensas plantaciones de árboles transgénicos y artificiales, espejos en la atmósfera, y “biochar” o producción de carbón vegetal a gran escala que sería enterrado en los suelos como fertilizante (aunque ya se sabe que incluso podría liberar el carbono natural del suelo). Todas las propuestas tienen el componente de arriesgar el equilibrio natural de los ecosistemas y desarreglar más el clima, impactando a otros –o incluso a los mismos que lo hacen.
                                                                                                              jlrlinares@gmail.com




Chat gratis