lunes, 25 de abril de 2011

El Cambio Climático, el Agrocombustible y Crisis Alimentaria (I)

Este trabajo lo voy a presentar en tres entregas por los importante y extenso del tema, Documentado en el trabajo “Visión del gobierno de Bolivia sobre el cambio climático, la crisis alimentaria, del agua y del tiempo”. Este escrito de más de 200 páginas se puede ver en la página Web de la Plataforma de Política Energética que pone disposición de sus lectores el documento in extenso del Ministerio de Relaciones Exteriores de Estado Plurinacional de Bolivia denominado “El vivir bien como una respuesta a la crisis global”, documento que está orientado a sentar las bases y políticas para “salvar al planeta y la humanidad”. Su propósito declarado es “impulsar el vivir bien” y aborda temas como el cambio climático, el agotamiento del planeta, la crisis del agua, la crisis alimentaria, la crisis del tiempo, el fin de la energía barata y la crisis financiera. Se recomienda su lectura para ver lo que nos espera en corto plazo.
 Las consecuencias del cambio climático y como nos afectara en un futuro que está aquí y lo sentimos y padecemos los que habitamos el planeta tierra, nuestra agresión a la naturaleza se vuelve irreversible; Tenemos que asumir medidas que contribuyan a limitar el consumismo, el derroche de recursos naturales, la eliminación de gases de efecto invernadero y la generación de basura que contamina y daña a la Madre Tierra. Debemos iniciar las transformaciones estructurales necesarias para sustituir los actuales modelos de desarrollo basados en el capitalismo y el socialismo, en la mercancía, en la explotación irracional de la humanidad y los recursos naturales, en el derroche de energía y en el consumismo.
El panorama se presenta critico, el cambio climático provocará grandes cambios en las condiciones de producción agropecuaria de alimentos, donde el calentamiento moderado de entre 10 y 20C en las primeras décadas del siglo XXI provocará la disminución de las cosechas en las regiones tropicales y en aquéllas en las que hay estaciones secas. El mayor calentamiento con un aumento de la temperatura global entre 20 y 5,80 C de ahora hasta el 2100 en la segunda mitad del siglo afectará de manera negativa a todas las regiones.
Tomando en cuenta que la temperatura sólo ha variado en un grado (Celsius) durante los últimos 10.000 años, cualquier aumento de temperatura por encima de los 2 grados centígrados podría provocar cambios “peligrosos” e irreversibles, significando la pérdida y desertificación de grandes extensiones de las tierras agrícolas más productivas del mundo, si bien será la agricultura de muchos países empobrecidos de las zonas semitropicales y tropicales la que sufrirá las principales consecuencias. Las cosechas podrían caer hasta en un 30% en el Sur y Centro de Asia, mientras para América Latina significará una disminución de los rendimientos de varios cultivos, como cebada, maíz, papa, uva, soya y trigo.
El incremento de la temperatura, la variación de la precipitación, cambios en la duración de la estación de crecimiento de los cultivos, la mayor frecuencia y severidad de los llamados desastres naturales y fenómenos climáticos extremos, están causando los efectos directos más importantes sobre la agricultura resultando en degradación de los suelos, disminución de la recarga de los acuíferos, reducida disponibilidad de agua y de su calidad, y un aumento de las plagas y enfermedades de los cultivos, el ganado y los humanos.
Ello puede causar desabastecimiento y afectar negativamente a la seguridad alimentaria y la disponibilidad de alimentos, posiblemente aumentando el hambre en muchas de las regiones que son actualmente vulnerables, particularmente en los trópicos, donde algunos cultivos se aproximan a su nivel máximo de tolerancia de temperaturas extremas y es muy probable que la producción resulte muy afectada. Debido al menos parcialmente por el cambio climático, existe un acelerado proceso de reducción de las superficies cultivadas en 40 países del Sur afectando a 2 mil millones de personas, lo que puede elevar en forma dramática la carencia de alimentos en estos países.



Tragedia económica y social

El perjuicio que pueda causar el cambio climático a las selvas, ríos, vida marina y otros elementos de la naturaleza podría reducir a la mitad el nivel de vida de los empobrecidos del mundo. De no actuar ahora, el costo de los daños que se producirán podría representar pérdidas de entre un 5 y un 20% anual del producto interno bruto (PIB) mundial en un futuro no tan lejano, lo que puede tener consecuencias “desastrosas” para la economía, a un nivel superior a la Gran Depresión de 1929-30, lo que debería bastar para impulsar políticas ambiciosas de lucha contra el cambio climático.
Viendo las tendencias de una reducción del 50 por ciento de los pantanos en los últimos 100 años, una pérdida de especies entre cien y mil veces más alta que la que habría sin los millones de humanos en el planeta, una baja aguda en las existencias de peces y un tercio de los arrecifes de corales arruinados, es suficientemente claro que perder el control del agua, las inundaciones y sequías, el flujo de nutrientes de la selva al campo, es perder espacios naturales que representan entre el 40 y 50 por ciento de lo que se define como el PIB de los pueblos que viven en ellas.
Todos los efectos mencionados pueden reducir los ingresos económicos de los habitantes, elevar los índices de pobreza y generar conflictos sociales, dando lugar a una tragedia económica y social con problemas especialmente graves para las naciones y pueblos más empobrecidos, que seremos los primeros y peor golpeados por los impactos económicos, lo que se refleja en nuestra seguridad alimentaria y humana, salud, recursos hídricos, infraestructura, asentamientos, energía e industria.


Aumento dramático del precio de los alimentos
Estamos viendo que el trigo va subiendo, el pan va subiendo a nivel internacional. No es solamente un problema de un país, sino el mundo está experimentando un aumento dramático del precio de los alimentos. Los precios internacionales de los productos agrícolas aumentaron bruscamente un 8% en 2006 y un 24% en 2007. Durante esos dos años, subieron de manera acelerada en particular el trigo en un 152% y el maíz en un 122%, la carne en un 20%.
Continuaron subiendo más fuerte todavía durante el primer trimestre de 2008 en un 53%, alcanzando los niveles máximos de los últimos 50 años. En este periodo, los aceites vegetales se encarecieron en más del 97%, los cereales en un 87%, los productos lácteos en un 58% y el arroz un 46%, encabezando una lista de aumentos que incluye no sólo a algunos de los principales productos sino a prácticamente todos.
La tendencia de los precios de estar por los aires ha sido mucho mayor que en el pasado y se ha prolongado durante más tiempo. Aunque sean disipados los efectos de las crisis de breve duración, y no es probable que se pueda reponer las reservas a corto plazo, los precios más altos de los alimentos en general seguirán durante los próximos años un 30 a 50 por ciento por encima de los niveles de equilibrio anteriores. Ello indica un cambio estructural en los mercados con la posibilidad que el descenso a largo plazo en los precios reales podría interrumpirse.
El alza de los precios de los alimentos está causando dificultades financieras a las familias empobrecidas, que ocasionan graves privaciones y sufrimientos, especialmente en los países del Sur con altos niveles de pobreza e inseguridad alimentaria. Para una gran parte de los 800 millones de personas que ya padecen hambre crónica, el encarecimiento de los alimentos puede resultar catastrófico. A ellos se han unido ya otros muchos millones de personas que ahora no pueden comprar la comida que sus familias necesitan para llevar una vida sana, donde los más perjudicados son los grandes grupos de población de las ciudades y las zonas rurales que dedican una parte importante (70-80%) de los ingresos del hogar a alimentos.

Debido a su rápidamente decreciente poder adquisitivo, muchas familias deben dejar de consumir fuentes proteicas y otros alimentos ricos en nutrientes más caros y dependen de los alimentos con alto nivel energético y costo menor para conservar un nivel mínimo de productividad. Los hogares desfavorecidos se ven obligados a comprometer la atención sanitaria, la educación y otros gastos familiares no alimentarios.
Esta situación ha provocado malestar social y los disturbios motivados por el hambre que se han producido recientemente en la mayoría de los continentes, donde las personas han resultado afectadas por el encarecimiento de los alimentos y el aumento de los costos del combustible.
El Programa Mundial de Alimentos (PMA) tiene cifras del 2009 que no son muy alentadoras, señala que pasan hambre todos los días casi 1000 millones de personas, en su mayoría mujeres y niños. La malnutrición impide a los niños aprovechar plenamente su potencial de desarrollo físico y mental, Cada seis (6) segundos un niño muere por causas relacionadas con el hambre y El hambre mata cada año a más personas que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntos.
Los agrocombustibles responsables en gran medida


Estamos viviendo una crisis alimentaria en la cual no se produce para el bienestar humano ni por las necesidades de la población sino según las presiones del mercado, la especulación y rentabilidad de las grandes productoras y comercializadoras de alimentos. Entre las causas determinantes de esta crisis, el Banco Mundial reconoce que el 65% del alza de precios de los alimentos es producto del rápido aumento de la demanda de agrocombustibles. También, el Fondo Monetario Internacional ha concluido que la creciente producción de agrocombustibles es responsable en gran medida del encarecimiento de los productos, mientras un informe de la FAO dice que la disponibilidad de alimentos puede verse amenazada por la producción de agrocombustibles en el momento en que la tierra, el agua y otros recursos ya no se destinan a la producción de alimentos.
Entre los otros factores concretos que han contribuido al repunte de los precios, están tanto las faltas de producción ocasionados por efectos del cambio climático en varias regiones agrícolas del planeta como el descenso importante de la producción en primer lugar de la soya en Estados Unidos por el aumento significativo de la producción del maíz en ese país en 2007. Los precios también han sido afectados por la reducción gradual de las reservas mundiales de alimentos, especialmente de los cereales, que se han reducido desde mediados de los 90 en un 3,4 % anual, porque como la producción de alimentos per cápita apenas creció en un 1,1 por ciento en nueve años, no ha podido cubrir el aumento de la demanda, ocasionado en parte por el rápido crecimiento económico de algunos países del Sur. En 2008, se prevé que las reservas mundiales de cereales se reduzcan en un 5% más, llegando al nivel más bajo de los últimos 25 años.
También ha afectado el aumento de los costos del combustible, que ha incrementado los costos de producción de los productos agrícolas, subiendo algunos fertilizantes en más del 160% de 2007 a 2008, y el costo de transportar los alimentos por la duplicación de los fletes entre 2006 y 2007. De esta manera, los precios de los combustibles fósiles determinan los precios de los agrocombustibles y sus materias primas como el maíz y el azúcar para el etanol y la palma, la soya, la colza y otros aceites vegetales para el biodiesel.
Además, las prohibiciones a la exportación, el aumento de los impuestos sobre la exportación y otras medidas a corto plazo para mantener bajo control los precios nacionales, o las “compras motivadas por el pánico”, agravaron la subida de los precios internacionales, como cuando en 2007 los países exportadores de arroz prohibieron su exportación para proteger a sus propios consumidores. También ha influido la baja del dólar como el precio de la mayoría de los productos agrícolas se cotiza en esta moneda.
A parte de la demanda de agrocombustibles, influirán en los precios a largo plazo el impacto del cambio climático sobre el rendimiento agrícola, las limitaciones de agua y tierras, la intensificación de la urbanización y la eficacia del uso de las tecnologías existentes y/o la adopción de nuevas tecnologías para aumentar el rendimiento de los productos agrícolas.

Arruinan la producción en nuestros países

La demanda de alimentos de los países del Norte, Estados Unidos, Europa, Japón, también afecta la disponibilidad de alimentos y los precios. Para lograr la seguridad alimentaria de Europa, los europeos no necesariamente van a producir todos los alimentos allí, sino los van a sacar de todas partes del mundo. Así es la expansión de la soya en América del Sur, donde las empresas grandes están causando impactos negativos en las comunidades y en la naturaleza, produciendo monocultivos de forma industrial, de forma muy intensiva.
Cuando los escasos recursos naturales, la tierra y el agua están usados para los productos de exportación, se nos impide a las comunidades usar estos recursos y la agricultura para satisfacer nuestras necesidades de alimentos, especialmente consumir los alimentos de producción propia que tradicionalmente consumíamos en las comunidades.
Por ganar más, vendiendo los alimentos afuera a precios altos, ya no consumimos los alimentos de exportación (soya, quinua, etc.), sino nos hemos conformado con consumir productos importados como el arroz y la harina de trigo de menor valor alimenticio. Son alimentos que nos han impuesto por medio de la importación de productos subvencionados por los gobiernos europeos y norteamericanos. Con estas subvenciones, los agricultores de estos países pueden ir a vender sus productos en Mongolia, en Africa o en cualquier parte, arruinando la producción agrícola en nuestros países.
Usan la tierra para autos de lujo
En algunas regiones, algunos presidentes, algunos modelos de desarrollo económico, promueven los agrocombustibles y reservan masivamente tierras esenciales  para la vida del planeta a automóviles de lujo y no al ser humano, usan la tierra para chatarras y no para la vida humana. Ello niega el alimento a los pueblos y está causando problemas en la economía de las distintas regiones del mundo, afectando las economías familiares.
Al tratar de asegurar la oferta de energía, Unión Europea, Estados Unidos, Brasil, China y varios países más, están cambiando de combustibles fósiles hacia agrocombustibles. Ello significa que el precio de la materia prima para agrocombustibles, y de la misma manera de los alimentos, va a subir en el mismo grado que el precio del petróleo.
Por tanto, uno de los principales motivos del aumento de los precios de los alimentos en los mercados mundiales ha sido el aumento de la demanda de algunos productos agrícolas, como el azúcar, el maíz, la yuca, las semillas oleaginosas y el aceite de palma, que se han empleado principalmente como alimento y/o forraje, y ahora se están cultivando como materia prima para la producción de agrocombustibles.

Convirtiendo a Africa en una granja gigante de agrocombustibles

Para cultivar las materias primas de los agrocombustibles, un problema es encontrar tierras para eso, ya que ya se está agotando las tierras en el mundo para cultivar alimentos, sin hablar de combustible. Para reemplazar significativamente el petróleo en los transportes con biocombustibles, la cantidad de tierra fértil necesaria sería inmensa, devastaría la producción de comida y agravaría los problemas de hambre y desertificación. En EEUU, es necesario cinco hectáreas para cultivar el maíz que se necesita para alimentar un auto con etanol durante un año de uso, lo que es la cantidad de tierra que se necesita para alimentar a siete personas durante el mismo período de tiempo. Un tanque lleno de etanol puede alimentar a una persona un año. Y si decidieran que todos los autos en EEUU funcionen con etanol, necesitarían cubrir 97 por ciento de sus tierras con maíz.
Como el mercado no atiende a necesidades y al hambre, y los ciudadanos del Norte pueden pagar mejor de lo que puedan ofrecer los habitantes de los países del Sur para comprar alimentos básicos para su subsistencia, se sustituiría cultivos destinados a la alimentación humana por otros destinados a “alimentar” autos. Mantener los tanques de gasolina llenos en EEUU, podría dejar gran parte del mundo hambriento. Para reemplazar su suministro de petróleo con agrocombustibles, necesitarían convertir la mayor parte de Africa en una granja gigante de agrocombustibles. Evidentemente muchos africanos - quienes ya están hambrientos - no verían con buenos ojos que los norteamericanos para cultivar su combustible agarrarían la tierra que ellos usan para cultivar sus alimentos.
30 % de la cosecha de maíz se desviará al etanol
Lo que aún más estimula la demanda de estas materias primas es la implementación de subsidios al etanol y al biodiésel en algunos países de la OCDE, que en 2006 ascendió a 11 000-12 000 millones de dólares.
Este monto representa el valor total de todo el apoyo gubernamental al sector de los agrocombustibles, incluyendo los imperativos legales de consumo, créditos tributarios, barreras arancelarias, subvenciones a la producción y la inversión, y apoyo general al sector, como la inversión en investigación pública, pero no se toma en cuenta el apoyo a la producción de materias primas agrícolas. El apoyo que recibieron los elaboradores y cultivadores ascendió a aproximadamente 6 000-7 000 millones de dólares en Estados Unidos y a 4 700 millones de dólares en la Unión Europea, subsidios a los agrocombustibles que probablemente crecerá a medida que aumente el consumo obligatorio en la OCDE.
La demanda adicional de maíz (para la producción de etanol) y colza (para la producción de biodiesel) ha mostrado el mayor impacto potencial sobre los precios. De los casi 40 millones de toneladas en que aumentó el consumo mundial del maíz en 2007, prácticamente 30 millones fueron absorbidas únicamente por las plantas de etanol, sobre todo de Estados Unidos, que es el mayor productor y exportador mundial de maíz. Se prevé que más del 30 % de la cosecha de maíz de 2008 de ese país se desvíe a las destilerías de etanol, lo que supone más del 12 % de la producción mundial de maíz. En la Unión Europea, se calcula que el sector del biodiesel ha absorbido aproximadamente el 60 % de la producción de aceite de colza de los estados miembros en 2007, lo que equivale al 25 % de la producción y al 70 % del comercio mundial en 2007.
La demanda de maíz para etanol seguirá aumentando
Afecta también la cantidad de la superficie apta para el cultivo de otros cultivos que puede dejar de utilizarse para producir materias primas para la producción de agrocombustibles, como cuando las plantaciones de maíz aumentaron en casi un 18 % en 2007, lo que hizo reducir las superficies destinadas a la soya y, en menor medida, al trigo, cuya menor producción fue uno de los motivos de la marcada subida de sus precios y, por tanto, en el de la harina y el pan. La subida del precio de la soya, a su vez, impactó en el precio de los aceites para cocinar. El pollo, la carne de ganado y los lácteos también subieron, puesto que todos estos animales son grandes consumidores de maíz y soya.
Esta reacción en cadena podría repetirse en 2008, pero en este caso en sentido inverso en beneficio de la soya y el trigo debido a sus precios relativamente más altos. Pero, si la producción de maíz disminuye en 2008, y como la demanda de maíz por parte del sector del etanol continúa aumentando, es poco probable que Estados Unidos pueda satisfacer toda la demanda (alimentos, forraje, combustible y exportaciones) sin que se reduzcan considerablemente sus propias reservas de maíz.
Aunque la cantidad de biomasa necesaria para producir agrocombustibles podrá suministrar sólo una fracción de lo que actualmente se obtiene de los combustibles fósiles3, afectará considerablemente a los mercados y el comercio de productos básicos. El aumento de su producción puede agravar los efectos negativos a la naturaleza y la seguridad alimentaria, especialmente en el África subsahariana y partes del Asia meridional.
La futura demanda de agrocombustibles depende entre otros factores del aumento del precio del crudo, ya que según va subiendo este precio, resulta más rentable para los productores de agrocombustibles ampliar su producción y pagar más por las materias primas agrícolas, lo que hace aumentar los precios de éstas e indirectamente de otros productos básicos, sobre todo de los alimentos, que en última instancia aumenta los costos de los consumidores.
Además, depende tanto de si se mantienen las políticas de apoyo a los agrocombustibles como la sustitución de la materia prima de primera generación a la de segunda generación (materiales lignocelulosos que supuestamente no compiten con los alimentos por la tierra). Sin embargo, los biocombustibles celulósicos no son comercialmente viables hasta ahora y no lo serán tampoco durante muchos años.
                                                                                                                                               jlrlinares@gmail.com

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