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martes, 4 de junio de 2013

APOCALIPSIS AMBIENTAL

Todos los 5 de junio de cada año se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente el cual fue establecido por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas  el 5 de junio de 1972, para marcar el inicio de la Conferencia de Estocolmo sobre el Ambiente. Otra resolución adoptada por la Asamblea General ese mismo día dio origen a la creación del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El Día Mundial del Ambiente es uno de los principales vehículos que las Naciones Unidas utilizan para fomentar la sensibilización mundial sobre el medio ambiente y promover la atención y acción política al respecto.
Los objetivos son darle una cara humana a los temas ambientales, motivar que las personas se conviertan en agentes activos del desarrollo sostenible y equitativo, promover el papel fundamental de las comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales, y fomentar la cooperación, la cual garantizará que todas las naciones y personas disfruten de un futuro más próspero y seguro.

Este año el Día Mundial del Medio Ambiente tiene como lema Piensa. Aliméntate. Ahorra.



Según FAO, cada año se desechan 1,3 billones de comida, lo que equivale a la producción total del África Subsahariana. Al mismo tiempo una de cada siete personas en el mundo se va a la cama hambrienta y más de 20.000 niños de menores de cinco años mueren diariamente de hambre. Así, un 98% del hambre mundial se da en países en vías de desarrollo. En el Mensaje del Secretario General de la ONU, con motivo de este día señalo; “Vivimos en un mundo de abundancia, en el que la producción de alimentos supera con creces la demanda. Sin embargo, 870 millones de personas sufren de desnutrición y el retraso del crecimiento infantil es una pandemia silenciosa. Para crear el futuro que queremos, debemos corregir esta desigualdad. Debemos garantizar el acceso a una alimentación adecuada para todos, doblar la productividad de los pequeños agricultores, que cultivan la mayor parte de los alimentos en el mundo en desarrollo, y hacer que los sistemas alimentarios sean sostenibles frente a las crisis ambientales y económicas. Esta es la visión de mi «Reto del Hambre Cero», que se puso en marcha el año pasado en la Conferencia Río+20 de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible”.
Una forma de reducir la brecha del hambre y mejorar el bienestar de los más vulnerables es hacer frente a la pérdida y el desperdicio masivo inherente a los sistemas alimentarios actuales. Hoy en día, al menos un tercio de todos los alimentos que se producen no llegan de la granja a la mesa. Esto es, ante todo, una afrenta a quienes padecen hambre, pero también representa un enorme costo ambiental en términos de energía, tierras y agua.
En los países en desarrollo, las plagas, la falta de instalaciones de almacenamiento adecuadas y la ineficiencia de las cadenas de suministro son los principales factores que contribuyen a la pérdida de alimentos. Quienes cultivan para la exportación también están a menudo a merced de las expectativas demasiado estrictas de compradores que priman la perfección estética. En los países desarrollados, los alimentos desechados en los hogares y los establecimientos de venta de comestibles y de restauración se pudren en los vertederos, emitiendo cantidades significativas de metano, un potente gas de efecto invernadero.
La pérdida y el desperdicio de alimentos es algo a lo que todos podemos hacer frente. Por eso, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y los asociados de los sectores público y privado han puesto en marcha la campaña «Piensa. Aliméntate. Ahorra: Reduce tu huella alimentaria» para fomentar una mayor conciencia a nivel mundial y dar a conocer soluciones adecuadas para los países desarrollados y los países en desarrollo.
La infraestructura y la tecnología pueden reducir la cantidad de alimentos que perecen después de la cosecha y antes de llegar al mercado. Los gobiernos de los países en desarrollo pueden trabajar para mejorar la infraestructura básica y potenciar al máximo las oportunidades de comercio con los países vecinos; los países desarrollados pueden apoyar el comercio justo y racionalizar las fechas de caducidad y otros sistemas de etiquetado; las empresas pueden examinar los criterios que aplican para rechazar productos agrícolas; y los consumidores pueden reducir al mínimo los desperdicios comprando solo lo que necesitan y aprovechando los restos de comida.
En este Día Mundial del Medio Ambiente, quiero instar a todos aquellos que intervienen en la cadena alimentaria mundial a que asuman la responsabilidad de adoptar sistemas alimentarios ecológicamente sostenibles y socialmente equitativos. Se prevé que la población mundial, actualmente 7.000 millones de personas, crecerá hasta alcanzar los 9.000 millones en 2050, pero el número de personas que padecen hambre no tiene por qué aumentar. Reduciendo los alimentos desperdiciados podemos ahorrar dinero y recursos, minimizar los efectos para el medio ambiente y, por encima de todo, avanzar hacia el objetivo de lograr un mundo en que todos tengan suficiente para comer.
Piensa.Aliméntate.Ahorra pretende animar a todos a disminuir la huella alimentaria evitando el desequilibrio actual y sus efectos en el medio ambiente. Hemos de ser conscientes de las consecuencias de nuestras decisiones alimentarias y de cómo tomarlas de forma más acertada.
Actualmente nuestro planeta trata de ofrecer los recursos necesarios para sus 7 billones de habitantes (9 millones en 2050), sin embargo, FAO estima que un tercio de la producción alimentaria se pierde o es desechada. Ese hecho es altamente perjudicial para los recursos naturales y genera consecuencias negativas en el medio que nos rodea.
Si desperdiciamos comida, significa que todos los recursos empleados para producirla también lo son. Así por ejemplo, producir un litro de leche supone gastar 1.000 litros de agua o producir una hamburguesa 16.000 litros... Todas esas emisiones de gas durante el proceso habrán sido en balde si desechamos alimentos.
De hecho, la producción global de alimentos ocupa un 25% de la superficie habitable, un 70% de consumo de agua, un 80% de deforestación y un 30% de gases. Es, por tanto, uno de las actividades que más afectan a la pérdida de biodiversidad y a los cambios en el uso del suelo.
Pero, ¿qué significa tomar decisiones acertadas? Elegir aquellos alimentos cuyo impacto al medio ambiente es menor, es el caso de la comida orgánica en la que apenas se usan productos químicos. O adquirir productos en mercados locales en los que se sabe que no ha sido necesario el transporte y por tanto, no han supuesto grandes emisiones de gas.


Se habla de un apocalipsis ambiental por el grave deterioro del Medio Ambiente. El proceso de deterioro del Medio Ambiente en los últimos años se ha acrecentado de forma vertiginosa, se contaminan los suelos, el agua, la atmósfera, los cambios climáticos son evidentes y como resultado muchas especies animales y vegetales se extinguen. Se debilita la diversidad genética y con ella las potencialidades de la vida misma. Todo esto se encuentra en el centro de las problemáticas vitales para la humanidad, se han convertido en una de las mayores preocupaciones políticas, económicas, sociales y educativas de cuya solución depende la existencia de la Madre Tierra..
A partir de que el ser humano hace mal uso de los recursos naturales y consume productos que pueden resultar innecesarias, los desechos en lugares inapropiadas causando problemas de salud y ambientales severos que va destruyendo lentamente a la humanidad.
La Tierra posee un delicado sistema, la cual nos permite sobrevivir, pero al alterarlo, corremos el grave peligro de perderlo todo, incluso nuestras vidas. Un mal sistema de gestión de las basuras, producirá un deterioro y depreciación del entorno debido a la contaminación del aire, del agua y del suelo y la pérdida de tierras agrícolas, forestales, etc. El más grande perturbador del delicado medio ambiente es la contaminación que todo ser humano produce ya que entre más consumimos, más materias primas se pierden en su elaboración y la contaminación tanto del agua, aire y el suelo impedirían la recuperación de los ecosistemas.
Pero la conciencia social mundial debe cultivarse, porque ningún plan alimentario será exitoso si continuamos agrediendo al planeta, el problema del calentamiento global es grave y se acentúa cada día más.
Manuel Freytas, periodista, investigador y analista en un interesante artículo titulado: “El sistema se autodestruye. Señales del Apocalipsis: Prepárense para el desenlace” dice “Los científicos y funcionarios que "alertan" sobre la catástrofe ambiental, no la relacionan con la propiedad privada capitalista, con la búsqueda de rentabilidad y concentración de riqueza en pocas manos, con la sociedad de consumo y con las trasnacionales y bancos que controlan los recursos naturales y los sistemas económicos productivos sin planificación, y sólo orientados a la ganancia privada en todo el planeta.
En las cumbres sobre "cambio climático" sólo se habla de “impacto ambiental", de "emisiones contaminantes" que destruyen el planeta, sin profundizar en las raíces y causalidades del sistema capitalista que las produce. Esta omisión (cómplice y consciente) permite hablar de la "víctima" (el planeta y la mayoría de la humanidad) sin identificar al "criminal" (los grupos y empresas capitalistas que concentran activos y fortunas personales depredando y destruyendo irracionalmente el planeta).
No se trata de procesos aislados, sino de un colapso sistémico.
Y de un resultante: La destrucción y el suicidio colectivo de la humanidad programada solo para consumir y votar presidentes en la más completa ignorancia del sistema que rige y ordena su vida.
Es como si hubiera estallado un aviso de Apocalipsis: Terremotos, lluvias de una intensidad inusitada en todo el hemisferio sur, nevadas históricas en el este norteamericano y el norte europeo, sequías devastadoras en las mismas regiones donde no hace mucho las inundaciones arrasaban a poblaciones enteras.
Aludes, incendios forestales, crecidas de ríos y océanos, deshielos monumentales, hambrunas masivas, manchas de petróleo extendiéndose como una macha asesina de la vida, como la que ya se instaló en el sur de EEUU.
El clima estalla encadenadamente en diversos frentes, la economía mundial colapsa y se derrumba el modelo económico financiero a escala planetaria, los desocupados, marginados y hambrientos ya ascienden a la mitad de la población humana, y los conflictos intercapitalistas por los mercados y recursos estratégicos están generando y elevando un clima de tensión militar mundial alimentado por una carrera armamentista nuclear.
El sistema capitalista, como acción y como resultante es irracional, no planificado y (salvo la búsqueda de rentabilidad y de concentración de riqueza en pocas manos) carece de lógica estratégica para preservar y proteger racionalmente al planeta de su propia acción depredadora y destructiva.
Para la mayoría de los científicos esos fenómenos catastróficos son la consecuencia natural de la contaminación y la destrucción del planeta. Para otros es una señal mística del "fin del mundo".
La irracionalidad (la no consideración de emergentes o de efectos colaterales nocivos y/o destructivos) convierte a las empresas capitalistas en depredadoras del medio ambiente (ríos, fauna, y animales incluidos) por la sencilla razón de que no actúan siguiendo intereses sociales generales (la preservación del planeta y de las especies), sino en la búsqueda de intereses particulares (la preservación de la rentabilidad y la concentración de riqueza privada).
En este contexto, las cumbres para hablar del calentamiento global y de los cataclismos en ascenso, siempre terminan en un fracaso a causa de los intereses enfrentados y las guerras por los mercados que predominan en el sistema capitalista·
Otro interesante artículo de Aland Bisso-Andrade, llamado Calentamiento global: el quinto jinete del Apocalipsis es muy ilustrativo de los comienzos de las emisiones de CO2 originadas por el hombre y sus consecuencias como es el calentamiento global.


La primera extracción exitosa de petróleo la consiguió el coronel Edwin Drake, en Pennsylvania, EE UU, en 1859, después de cavar un pozo de solo 21 metros de profundidad. El petróleo, que en aquella época solo se utilizaba con fines de iluminación, calefacción y para calafatear barcos, inició una era de explotación que pronto se extendió por todo el mundo. Sin embargo, no fue sino hasta la aparición de los automóviles, a fines del siglo XIX, que la necesidad de la gasolina generó el mayor despegue de su explotación. En 1914 ya existían más de un millón de automóviles, cifra que en 1922 se elevó a 18 millones cuando Henry Ford lanzó su famoso modelo T. Se ha calculado que a fines de 2011, rodaban en el mundo poco más de mil millones de automóviles (uno por cada siete habitantes), 240 millones de los cuales (casi 25%) pertenecen a EE UU (1 por cada 1,3 habitantes). Si añadimos todos los demás medios de transporte que utilizan petróleo, gasolina u otro derivado, la cifra de combustible (no retornable) que se quema cada día es inimaginable.
De otro lado, el carbón utilizado desde la prehistoria como fuente de energía-, con la revolución industrial y el advenimiento del barco a motor, el ferrocarril y la producción del acero, elevó su extracción y comercialización en proporciones insospechadas. En la actualidad, el carbón cubre las necesidades energéticas de las centrales térmicas de casi 40% de la electricidad que se produce en todo el mundo, y más de 60% en la producción mundial de acero.
Producto de la combustión del petróleo, el gas natural y el carbón, solamente en el 2008 se lanzaron a la atmósfera más de 31 000 millones de toneladas métricas de CO2, siendo sus principales productores: China (7 500 millones) y EE UU (5 700 millones). La deforestación, tal como la tala indiscriminada de árboles, también contribuye en forma significativa en la emisión de CO2.
La tasa de emisiones de CO2 en el aire aumentó de 280 a 383 ppm durante este mismo período (más de 100 ppm en relación a la era preindustrial), lo cual significa que el contenido actual de CO2 es el más elevado de los últimos dos millones años. Pese al Protocolo de Kyoto que EE UU no acogió–, las emisiones de CO2 siguen en aumento y se calcula que se incrementará en 130% para 2050, con funestas consecuencias para el ecosistema y la salud humana.
Impacto ambiental
Normalmente, la atmósfera debe mantener un equilibrio entre la recepción de la radiación solar y la emisión de radiación infrarroja que se devuelve al espacio, a fin de lograr un equilibrio energético y así mantener un rango de temperatura ambiental que permita la vida.
Sin embargo, el enorme cúmulo de CO2 y metano en la tropósfera (10 a 15 km sobre la superficie terrestre) hace que la radiación infrarroja sea retenida y devuelta (o reflejada) a la Tierra, con lo que se genera el denominado ‘efecto invernadero’ y la consiguiente elevación de la temperatura global del planeta. El periodo 2001-2010 fue el más cálido desde que se iniciaran los registros en 1850. Se estima que las temperaturas mundiales de la superficie del suelo y del mar superaron en 0,46 °C la temperatura media de 14 °C correspondiente al período de 1961 a 1990. El año más cálido de todos fue 2010, con una temperatura media estimada en 0,53 °C por encima de la media a largo plazo. De otro lado, el aporte masivo de CO2 a los océanos produce su acidificación con la consiguiente alteración del ecosistema marino, incluido el zooplancton, elemento inicial de la cadena alimentaria. Además, el incremento de la temperatura lleva a la elevación del nivel mar, producto del deshielo glacial y del aumento de las precipitaciones, todo lo cual es causa de inundaciones y sequías.
La OMS, en 2007, consideró al calentamiento global como el ‘quinto jinete del Apocalipsis’, así, se suma a los otros jinetes apocalípticos que describe la Biblia (anticristo, guerra, hambre y peste).
Impacto en la salud pública
Se ha encontrado que el calentamiento global puede alargar el ciclo reproductivo de los insectos, mejorar el desarrollo de vectores, como los mosquitos Anopheles spp. y Aedes aegypti, entre otros, y acortar el periodo de incubación de los agentes patógenos, con lo cual se facilita la propagación de infecciones como el dengue, malaria, fiebre amarilla, leishmaniasis y enfermedad de Lyme. Del mismo modo, agentes como el estafilococo, estreptococo y bacterias involucradas en infecciones gastrointestinales, como el cólera, la salmonella, entre otras enterobacterias, tienden a invadir y atacar con mayor rapidez en los ambientes con altas temperaturas.
De otro lado, la anormal migración animal a causa de las altas temperaturas ha tenido una estrecha correlación con la emergencia de infecciones virales serias, como las del Ébola, del Hendra, del Nipah-like y el síndrome respiratorio agudo y grave (SARS). Otra consecuencia del calentamiento global sería la aparición de un mayor número de casos de meningoencefalitis amebiana primaria por Naegleria fowleri, un microorganismo termofílico de vida libre que prolifera a temperaturas ambientales de 30 °C o más. Además, se ha observado que las inundaciones en zonas cálidas favorecen la diseminación de parásitos de transmisión hídrica, como el Cryptosporidium spp., y las infecciones por Leptospira spp. y hongos.2-4 Las zonas urbanas con alta temperatura ambiental, además de la mayor emisión automotriz de CO2 y otros gases, generan una mayor producción de ozono a nivel del suelo, lo cual se ha relacionado con un dramático aumento de la prevalencia de enfermedades alérgicas como la rinitis y el asma, en los últimos 20 años, e incrementado las complicaciones en los pacientes con procesos pulmonares crónicos como la fibrosis o la enfermedad pulmonar obstructiva crónica.
Finalmente, los fenómenos climáticos de inundaciones, sequías, tornados y huracanes relacionados al calentamiento global, generan pérdidas humanas y materiales, una gran población de desplazados, deterioro de las áreas de cultivo, hambruna, epidemias, incremento del índice de pobreza y menor acceso a los servicios de salud, todo lo cual incrementa notablemente la morbimortalidad de la población afectada.
Futuro y solución
Si los índices actuales de emisión del CO2 se mantienen, el futuro no es promisorio. La temperatura promedio de la Tierra seguirá elevándose y las consecuencias serán devastadoras. Se considera que una elevación mayor de 2 °C sobre la temperatura media global, llevará a cambios irreversibles en la biósfera y en los océanos. Compete a la responsabilidad de cada país controlar la tala ilegal de árboles, emitir medidas para el reemplazo progresivo del carbón, petróleo y derivados, por otras fuentes energéticas que no dañen el ecosistema, lograr la renovación efectiva del parque automotriz y generar desde las escuelas una cultura de preservación del medio ambiente. El fenómeno del calentamiento global no respeta credos ni banderas; sin embargo, como siempre suele ocurrir, serán los países pobres los que lleven la peor parte. Un país como el nuestro, que ni siquiera está preparado para un siniestro local, no tendría la menor oportunidad de enfrentar una catástrofe de dimensiones globales. El cambio climático ya no es un mito ni una pesadilla de ciencia ficción, es un hecho real que se inició hace varias décadas.
Somos inquilinos de un planeta que nos acaba de pasar la factura de nuestra “moderna civilización”. Con todo el daño que hemos hecho ya no tenemos crédito. Si no arreglamos cuentas ahora, seremos desalojados y ya no hay otro planeta Tierra a la vuelta de la esquina.

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