En Venezuela tal vez no
le damos importancia a un tema que nos afecta a todos, como son los cultivos y
alimentos transgénicos, problema que estamos expuestos todos, mas nosotros que
no tenemos soberanía alimentaria, por no tener una política de desarrollo
agrícola, ni planes ni proyectos de cómo lograr nuestra seguridad alimentaria
tenemos que crear mecanismos para preservar la diversidad biológica, ya que
podemos estar tentados por las grandes trasnacionales de Estados Unidos y
Europa a entramparnos con las semillas
transgénicas con el cuento de sus defensores que dicen que el uso de esta
tecnología beneficiaría a los agricultores, especialmente de los países pobres,
porque gracias a las semillas transgénicas se gastaría menos en pesticidas, y
la productividad se incrementaría.
Que son Semillas Transgénicas
Un
producto transgénico consiste en pasar un gen de un animal, vegetal o ser
humano a otro vegetal o animal, y de esta forma, poder darle un tamaño y color específico,
aumentar su peso, acelerar su crecimiento o agregar determinada calidad
nutricional, todo bien hasta aquí.
Lo
que no dicen, y que pueden hacer también, es el programar el gen de la planta
para que sólo resista la aplicación de determinado fungicida o herbicida, que
fabrica la compañía que vende la semilla, y no se pueda aplicar ningún otro,
porque podría matar a la planta o no funcionar, en el mejor de los casos.
Son semillas que no son 100% naturales, ya que han sido modificados en un
laboratorio, a través de la transferencia de información genética de otra
especie, transformando su estado inicial y trayendo consigo varias
consecuencias. Estas semillas son producidas, manejadas y comercializadas por
grandes empresas, todas multinacionales de países Europeos y de Estados Unidos.
Son semillas que resisten los ataques de los
insectos. Salmones que crecen más de lo normal y más rápido. Tomates que duran
más tiempos una vez cortados de la mata, vacas que producen más leche, pollos
que nacen sin plumas; nada de esto es obra de la naturaleza. Son
productos manipulados genéticamente en los laboratorios y ni cuenta nos damos.
Pequeño grupo de grandes empresas
trasnacionales se ha apropiado de la tecnología genética para
producir y vender alimentos y aumentar sus ganancias.
Otro
punto sería que el agricultor sólo compra el derecho a sembrar en una ocasión,
ya que la empresa semillera tiene las patentes sobre la semilla y no se puede
usar la semilla o grano producido en la siembra del próximo ciclo por el agricultor,
pero imaginen si venden semilla de frijol, donde sí es común el guardar el
grano para su siembra en la próxima cosecha.
Los
que defienden las semillas transgénicas argumentan en defensa de las
trasnacionales que la cantidad de
trabajo, años y millones de dólares invertidos que lleva una investigación de
este tipo hasta obtener un producto que sea aprobado para uso alimentario. Es
normal que las empresas que hayan invertido en estos proyectos quieran obtener
un beneficio y ese beneficio se pierde si cualquiera puede reproducir dichas
semillas en su casa.
Las semillas transgénicas son estériles y
el agricultor debe comprar las semillas cada año. Los
agricultores no pueden
guardar ni volver a sembrar las semillas que están patentadas. En caso
de reutilizarlas, se enfrentan a fuertes demandas judiciales.
Es
decir, si un agricultor quiere sembrar un segundo año, semilla hecha por
él mismo a partir de una semilla transgénica comprada el año anterior, deberá
pagar a la Industria farmacéutica por aplicar la tecnología
“Exorcista”, (un producto químico por ejemplo) para recuperar la vida de
aquella semilla medio muerta, obtenida de segunda generación.
Estas
plantas y animales, con cualidades fuera de lo normal, son producto de la manipulación
de sus genes en los laboratorios. Es lo que se llama organismos genéticamentemodificados (OMG) o, para abreviar, transgénicos.
El
problema es que no se trata de algo que solamente se maneja en los
laboratorios. Los inventos de ingeniería genética ya se están aplicando al
mundo de la agricultura, la ganadería,
la salud, etc.
Pero
lo anterior, ya lo resolvieron estas compañías, desarrollaron una semilla
llamada Terminator, donde los cultivos o granos cosechados quedan estériles y
no es posible su siembra en la siguiente cosecha.
De
la era de la tecnología, de las comunicaciones y el Internet pasamos a la era
biológica. Hemos entrado en lo que llaman “el siglo de la biotecnología”.
Actualmente, los gobiernos de los países ricos y las empresas transnacionales
ya no solo se disputan los recursos minerales, ahora, se trata de apropiarse y
controlar los recursos biológicos.
Los
genes de los microorganismos de las plantas, de los animales, de todo ser que
vive, son “privatizados” y patentados. Porque quien posee estos recursos
acumula poder.
La
ingeniería genética en manos de las transnacionalización tiene todo, menos
ética. Apoderarse de los genes equivale a privatizar la vida. Se está llegando
muy lejos y las consecuencias en nuestra salud y el medio ambiente pueden ser
desastrosas.
Esto
lo dicen personas con altos conocimientos científicos como George Wald, Premio Nobel de medicina,
quien luego de afirmar lo evidente, que la naturaleza ha ido evolucionando
latentemente hacia nuevas formas de vida, ahora con la manipulación genética
los procesos se alteran y aceleran, y añade: “Todo esto es demasiado grande y está pasando demasiado rápidamente. Y
el problema central sigue sin ser considerado. Probablemente sea el problema
ético más grande al que se enfrenta la ciencia…reestructurar la naturaleza no
era parte del trato”.
Son
ya infinidad de estudios científicos imparciales que piden que se pare de
introducir alimentos modificados genéticamente en la cadena alimentaria.
En experimentos de laboratorio,
alimentando ratas con estos alimentos (Soya, Maíz, patatas, etc.) resultan con
afectaciones graves su hígado, páncreas y riñones, alteran su sistema
inmunológico y disminuyen su fertilidad.
Monsanto
hizo posible la existencia de "semillas suicidas" gracias a la
modificación genética: semillas programadas para nacer una sola vez, haciendo
que su descendencia fuera estéril y evitar así que el agricultor las pudiera
volver a sembrar.
Esto
fue posible gracias a una técnica de Monsanto denominada "Tecnología de
restricción del uso genético", vulgarmente llamada "Terminator".
El mayor problema de esta tecnología es que si la modificación genética se
"escapase" a otras plantas, ¡se volverían también estériles!
Causó
tanto escándalo que Monsanto se comprometió públicamente a no usarla.
Aunque existe, no se comercializa.
Aunque existe, no se comercializa.
Los
transnacionales productores de semillas, alimentos y agroquímicos -entre ellos
MONSANTO- usan la ingeniería genética para producir semillas estériles (que no
se reproducen), semillas híbridas (que degeneran en cada cosecha), pollos
pelones, vacas superlecheras, tomates resistentes al frío, soya, maíz, papas y
otros cultivos resistentes a las plagas (porque le meten a las
semillas bacterias que rechazan las plaga), pero que tienen efectos
nocivos para la vida vegetal, animal y humana.
Las
semillas que ofertan esas corporaciones generan productos tóxicos y células
cancerígenas; y, además, producen resultados descendentes en las cosechas, al
tiempo que los productores nacionales quedan atados al suministro
transnacional.
Así
las cosas, los cultivos transgénicos erosionan la seguridad alimentaria y la
salud, en cuando consumimos productos dañinos a la integridad física y mental;
y afectan la soberanía alimentaria, dado que las semillas transformadas y los
secretos de la ingeniería alimentaria son propiedad exclusiva de las
trasnacionales.
SEMILLAS
TERMINATOR
Semillas Terminator o
“semillas suicidas” son los nombres con los que el grupo ETC bautizó a las Tecnologías de
Restricción en el Uso Genético (TRUG’s) desarrolladas por manos privadas y el
Departamento de Agricultura del gobierno de los Estados Unidos.
El objetivo de la
Tecnología Terminator es conseguir plantas estériles, es decir, plantas cuyas
semillas no pueden ser guardadas y aprovechadas para la próxima cosecha. De
este modo se obliga al agricultor a comprar semillas año tras año.
Las semillas Terminator contienen una modificación genética que se traduce en una “secuencia suicida”: una toxina mata al embrión en un momento de su desarrollo. Esta secuencia se activa gracias a la aplicación de un agente químico externo antes de vender las semillas al agricultor. Es decir las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún costo.
Las semillas Terminator contienen una modificación genética que se traduce en una “secuencia suicida”: una toxina mata al embrión en un momento de su desarrollo. Esta secuencia se activa gracias a la aplicación de un agente químico externo antes de vender las semillas al agricultor. Es decir las semillas saldrán programadas para nacer una sola vez, haciendo que su descendencia sea estéril, para evitar que el agricultor las pueda volver a sembrar sin ningún costo.
Cómo funciona la Tecnología Terminator.
La Tecnología Terminator es la principal
aplicación de una patente genérica, para el «control de la expresión de los
genes de las plantas». El Terminator es básicamente un mecanismo suicida
genéticamente diseñado que se puede activar por un estímulo exterior
específico. Como resultado las semillas de la siguiente generación se
autodestruyen por auto envenenamiento. El agente desencadenante más utilizado
es el antibiótico tetraciclina aplicado a las semillas. La versión principal
del Terminator consiste en un conjunto de 3 genes nuevos insertados dentro de
una planta; otra versión reparte estos 2 ó 3 genes entre dos plantas que se
cruzarían por polinización. El resultado final siempre es que la siguiente
generación produce una semilla muerta.
Entre
un 15 y un 20% del abastecimiento mundial de alimentos, es producido por los
agricultores pobres que guardan las semillas. Estos agricultores alimentan al
menos a 1.400 millones de personas.
Terminator
«protege» a las compañías arriesgando la vida de la población. Ya que esta
tecnología no tiene absolutamente ningún beneficio agronómico, no hay razón
para arriesgar la seguridad alimentaria de los pobres jugando con la ingeniería
genética en el campo.
El desastre ecológico provocado por
las semillas transgénicas contaminando miles de especies y variedades vegetales
que los agricultores desde siempre nos podíamos auto reproducir sin costo, está
provocando efectos perversos en muchos lugares del planeta.
En
América Latina consumimos productos transgénicos sin darnos cuenta. Entre los
cultivos transgénicos más producidos en el mundo son la soya, el maíz, la
canola, la papa, el tomate y el algodón. En 1998 se cultivaron en todo el mundo
28 millones de hectáreas de alimentos transgénicos de los cuales el 52% fueron
de soya y el 30% de maíz. En el año 2000 pasó a 43 millones de hectáreas de
cultivos transgénicos que fueron sembradas en su mayoría en los Estados Unidos,
Canadá y Argentina (China 1%). De los cultivos plantados, casi 100% fueron de
algodón, maíz, soya y canola. En los Estados Unidos, la totalidad de la soya es
transgénica. Quizá esto ni lo saben la mayoría de los ciudadanos
estadounidenses.
Los
transgénicos ha sido la tecnología agrícola de más rápida aceptación. La
razón: es rentable. En el 2012 la superficie sembrada creció un 6%
respecto al 2011. Sumando los datos de estos 17 años tenemos que en unos 30
países más de 100 millones de agricultores han decidido de forma individual
utilizar esta tecnología, ocupando 15.000 millones de hectáreas.
En Venezuela se menciona que en la Asamblea
Nacional se discute un anteproyecto de Ley de Semillas que según vocerías de
algunos legisladores, el anteproyecto de ley de semillas contribuirá a
preservar la diversidad biológica e incrementar la producción nacional,
"El anteproyecto impedirá el uso de transgénicos en el país y busca
garantizar la soberanía y seguridad alimentaria", pero este es un
anteproyecto discutido en secreto sin la participación de los actores directos
como son nuestros agricultores y productores agrícolas, porque resulta que de acuerdo a los datos obtenidos se evidencia que Venezuela
es neto importador de productos agrícolas, procedentes de muchos países entre los
cuales destacan: Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, China, Estados Unidos y
la Unión Europea. Países que a su vez han legalizado la producción y comercio
de productos transgénicos. Venezuela importa ingentes cantidades de productos
agrícolas, particularmente de países donde la producción de cultivos
transgénicos es ya una práctica común.
Entre los
productos importados tenemos los siguientes: soya, maíz, aceite de algodón,
Girasol, arroz, hortalizas y frutas varias,
productos lácteos y trigo son normalmente cuantiosas y frecuentes, y
provienen de países que han autorizado la siembra y comercialización de OMG de
esas especies vegetales, como lo son Estados Unidos, Canadá, Argentina y
Brasil, Colombia y China. Igualmente se importa aceite de colza desde Estados
Unidos. Nos podemos preguntar, ante la crisis agrícola que padece el país
¿estamos actualmente en condiciones de discriminar en sus importaciones las
porciones de estos productos que son OMG de aquellas que no lo son? La
respuesta es evidentemente negativa.
Como veremos
más adelante, el estamento legal y la infraestructura organizacional existente
hace difícil para el estado venezolano establecer eficientemente esa
diferencia.
Además,
Venezuela importa productos agropecuarios o derivados desde países que no son
normalmente productores de lo que exportan. Son simples puentes comerciales
para productos procedentes de las más diversas regiones del mundo; haciendo
difícil determinar el origen primario de los mismos. Esta circunstancia
dificulta, aún más, garantizar que no están ingresando a Venezuela productos
derivados de OMG. Entre los países de la condición antes mencionada están
Panamá, Hong Kong, Curazao y Taiwán.
Si se legisla, La ley tiene que defender el derecho del consumidor a
elegir una alimentación libre de transgénicos. Hay dos vías por los que los OMG
entran en nuestra dieta sin que los consumidores podamos evitarlo.
Por otro lado, la ley debe
exigir que los productos provenientes de animales alimentados a base de OMG
estén etiquetados. Y es precisamente la alimentación del ganado el principal
destino de las cosechas transgénicas. Por lo tanto, de forma indirecta, los OMG
entran en nuestra dieta al consumir
productos como carne, leche o huevos.
En Venezuela los productos que
contienen ingredientes modificados genéticamente, que aproximadamente un
70% de los alimentos procesados que se consumen en Venezuela contienen algún
ingrediente transgénico. Señaló especialmente a las empresas Polar,
Protect & Gamble y Nestlé por comprender los oligopolios con más productos
genéticamente modificados en Venezuela
un alto consumos de alimentos OMG lo
tenemos en la población venezolana conla Harina PAN
cuya fabricación se realiza con maíz transgénico tal y como reflejan los
envases de dicha harina en otros países donde la legislación obliga a señalarlo
en los mismos.
En
Chile el movimiento Greenpeace, elaboró
la “lista roja” se compone de más de 600 alimentos -con sus respectivas
marcas- que podrían contener soya o maíz transgénicos. Entre ellos se
encuentran muchos productos de consumo masivo y popular, como fideos en todas
sus variantes, harinas, aceites, margarinas, salchichas, mortadela, salsas de
tomate, leche, yogurt e, incluso, colados y cereales para niños.
Los monstruos trasnacionales de los transgénicos
Las
grandes corporaciones de las semillas y los alimentos transgénicos son: Monsanto Company
de EEUU, AstraZeneca de Inglaterra y Suecia, Novartis Seeds de Suiza, Aventis Crop Science de Francia, Dupont Canadá Agricultural Products, Dow AgroSciences de EEUU, Bayer Crop
Science de Alemania, Calgene Inc. De EEUU, BASF Inc. De Alemania, Pioneer Hi-Bred Internacional Inc. de EEUU,
Syngenta Seeds Inc. de Suiza, Dekalb Genetics Corporation de EEUU y DNA Plant
Technology Corporation de EEUU. Ellas
dominan el 80% de la biología genética del mundo, el 60 % del mercado de
plaguicidas, el 100% de semillas transgénicas y el 23 % del mercado
de semillas naturales.
Cuatro
países (Estados Unidos, Argentina, Canadá y China, por ese orden) totalizan el
99% del cultivo de variedades transgénicas, que ocupa (durante el año 2003) 70
millones de hectáreas (supera en más de tres veces la superficie total de
cultivo de la Gran Bretaña). Los cuatro principales cultivos modificados son la
soja, el maíz, el algodón y la colza.
(En
Estados Unidos el 75% de la cosecha de soja, el 71% de la de algodón, y el 34%
de la de maíz están genéticamente modificados.)
En
su dinámica empresarial predomina el afán de aumentar sus ganancias, sin
importarles los efectos dañinos sobre la naturaleza, el ambiente y los seres
humanos.
Es
falso que procuren resolver los problemas agrícolas y de alimentación de los
pueblos: su móvil esencial es el lucro a como dé lugar.
Su
política de comercialización, además, se caracteriza por vender paquetes
completos, en los que semillas transgénicas se ofertan atadas a los
fertilizantes, fungicidas y herbicidas, incluidos los nefastos “herbicidas
plásticos”.
MONSANTO,
por ejemplo, estuvo involucrada en la creación del llamado “agente Naranja”, usado
por el Pentágono en la guerra de Vietnam para quemar enormes extensiones de
cultivos y bosques, que a su vez provocaron la muerte de más de 400 mil
vietnamitas, junto a deformaciones y enfermedades terminales a muchos
sobrevivientes y a sus descendientes. Además han desarrollados productos
durante el transcurso de un siglo como: Aspartamo, DDT, Armas
Nucleares, Policlorobifenilos (PCB), la hormona de
Crecimiento Bovino, etc. En esta dirección Web se puede leer, como
a través de la existencia de la empresa Monsanto, ellos dicen que una breve
revisión histórica exponen como
sembró y cosechó miseria durante el transcurso de un siglo. Cuando usted
reflexiona por un momento sobre los productos desarrollados por Monsanto, ¿qué
encuentra? Esta es una lista certificada por organismos legales mundiales,
describiendo doce creaciones que Monsanto lanzó al mercado.
Las empresas
anteriormente mencionadas tienen representación y vida activa en Venezuela,
bien directamente o mediante empresas subsidiarias o asociadas. Las mismas
actúan principalmente en el área de los agroquímicos, y algunas de ellas
incursionan en el área semillera, particularmente en los cultivos maíz, sorgo y
girasol.
Informaciones
recientes indican que el 100% del comercio de cultivos transgénicos importantes
está en manos de cinco empresas: Monsanto (80%), Aventis (07%), Syngenta, antes
Novartis, (05%), BASF (05%) y Dupont (03%).
La mayoría de
esas empresas están agremiadas en dos instituciones privadas denominadas:
Asociación de Fabricantes de Productos Químicos Agrícolas (AFAQUIMA) y
Asociación Venezolana de Empresas Semilleras (AVESEM). Las mismas, de acuerdo a
la información suministrada y a documentos presentados ante las autoridades
competentes del Estado, se han comprometido a no importar, liberar o producir
OMG en Venezuela, hasta que se tenga un marco jurídico y reglamentario claro y
pertinente, que les permita actuar bajo una estricta legalidad y de manera
transparente.
Bibliografías
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