martes, 10 de mayo de 2011

DESPUÉS DE TODO, QUIZÁS SEAMOS HERMANOS

El daño ambiental es muerte segura. Advierten los científicos.  Es cierto el calentamiento global, avance del desierto, tala de bosques, merma de aguas, voracidad de huracanes, extinción de especies y contaminación del aire está avanzando por la voracidad del hombre, La minería ilegal, los depredadores forestales son los que están acelerando la destrucción del planeta. Los revolucionarios tenemos que luchar y cambiar la mentalidad del talar, cavar y quemar. Hay que resaltar los valores de la solidaridad, el amor al prójimo y a la naturaleza.
La deforestación de los bosques en el país a la larga va a tener consecuencias drásticas para nuestro país y nuestro planeta. Entre 1980 y el año 2007 se destruyeron en Venezuela cerca de 14 millones de hectáreas de bosques naturales, a una tasa promedio de 500.000 hectáreas por año, más de 1.300 hectáreas por día, el equivalente a una hectárea cada minuto. Una devastación sin precedentes en la historia del país.
Una de las consecuencias es la escasez de agua que hoy afecta a una buena parte de la población venezolana, tanto para el consumo doméstico, como para la irrigación de tierras agrícolas o la producción de energía eléctrica. La escasez más pronunciada se registra en la altamente poblada zona costera central, incluyendo a las ciudades de Caracas y los centros industriales de Valencia y Maracay, una región con más de la mitad de los habitantes del país.
La deforestación también ha contribuido a socavar el potencial hidroeléctrico del Guri y otras represas, así como a la merma en el flujo a los embalses de los que depende el agua de Caracas y otras ciudades del país.
En 1968 gobernando Raúl Leoni, decreto el exterminio de los Bosques Tropicales Húmedos, estos por su alta biodiversidad, su valor hidrográfico y su relación con el clima continental y de gran importancia para la vida, vista su importancia había que salvaguardarlos. Pero prevaleciendo el interés económico los decretaron zonas de “Reserva Forestal” y así validaban la explotación maderera de estos bosques.
Los traficantes de la madera y algunos funcionarios del Ministerio del Ambiente  son los culpables de una gigantesca extracción de madera sobre los bosques naturales, que bajo estos decretos originó la desaparición de enormes extensiones de bosque natural, en el norte del país, para satisfacer las hordas madereras, que nunca les interesó la recuperación y el repoblamiento sobre todo en las Reservas Forestales de Turén, San Camilo, Río Tocuyo, Ticoporo, Socopó, Caparo y otras. Solo quedan no intervenidas la Reservas Forestales del Caura y Sipapo, esta última sobre zonas indígenas Piaroas en el estado de Amazonas.


La Cámara de Depredadores (Minera y Maderera) de Venezuela parecen zopilotes y hienas ante el festín (oro, diamantes y madera) de los bosques venezolanos. Para ellos el único fin es hacer dinero sin importar el país que dejaran a sus hijos o nietos. La explotación aurífera a como dé lugar, aunque los bosques se conviertan en un desierto, que la Presa de Gurí se sedimente (minería en la cuenca del Caroní). Tumbar árboles y vender madera sin control aunque se sequen los ríos.

Recordemos hoy aquí la carta que en 1854, un piel roja llamado Seattle escribió al “Gran Jefe Blanco de Washington” cuando éste hizo una oferta por una gran extensión de tierras indias, prometiendo crear una “reservación” para el pueblo indígena. La repuesta del Jefe Seattle, ha sido descrita como la declaración más bella y más profunda jamás hecha sobre el ambiente. 

¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aún el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida.

Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas ¿Cómo podrán ustedes comprarlos?

Cada parcela de esta tierra es sagrada para mi pueblo. Cada brillante mata de pino, cada grano de arena en las playas, cada gota de rocío en los oscuros bosques, cada altozano y hasta el sonido de cada insecto, es sagrado a la memoria y al pasado de mi pueblo. La savia que circula por las venas de los árboles lleva consigo las memorias de los pieles rojas.

Los muertos del hombre blanco olvidan su país de origen cuando emprenden sus paseos entre las estrellas; en cambio nuestros muertos nunca pueden olvidar esta bondadosa tierra puesto que es la madre de los pieles rojas. Somos parte de la tierra y asimismo ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el venado, el caballo, la gran águila; éstos son nuestros hermanos. Las escarpadas peñas, los húmedos prados, el calor del cuerpo del caballo y el hombre, todos pertenecemos a la misma familia.

Por todo ello, cuando el Gran Jefe de Washington nos envía el mensaje de que quiere comprar nuestras tierras, nos está pidiendo demasiado. También el Gran Jefe nos dice que nos reservará un lugar en el que podemos vivir confortablemente entre nosotros. El que se convertirá en nuestro padre y nosotros en sus hijos. Por ello consideramos su oferta de comprar nuestras tierras. Ello no es fácil ya que esta tierra es sagrada para nosotros.

El agua cristalina que corre por ríos y arroyuelos no es solamente agua sino también representa la sangre de nuestros antepasados. Si les vendemos tierras, deben recordar que es sagrada y a la vez deben enseñar a sus hijos que es sagrada y que cada reflejo fantasmagórico en las claras aguas de los lagos cuenta los sucesos y memorias de las vidas de nuestras gentes. El murmullo del agua es la voz del padre de mi padre.

Los ríos son nuestros hermanos y sacian nuestra sed; son portadores de nuestras canoas y alimentan a nuestros hijos. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñarles a sus hijos que los ríos son nuestros hermanos y también lo son suyos y por lo tanto deben tratarlos con la misma dulzura con que se trata a un hermano.

Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestro modo de vida. El no sabe distinguir entre un pedazo de tierra y otro, ya que es un extraño que llega de noche y toma de la tierra lo que necesita. La tierra no es su hermana, sino su enemiga y una vez conquistada, sigue su camino, dejando atrás la tumba de sus padres sin importarle. Le secuestra la tierra a sus hijos. Tampoco le importa. Tanto la tumba de sus padres como el patrimonio de sus hijos son olvidados. Trata a su madre, la tierra, y a su hermano, el firmamento, como objetos que se compran, se explotan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Su apetito devorará la tierra dejando atrás solo un desierto.

No existe un lugar tranquilo en las ciudades del hombre blanco, ni hay sitio donde escuchar como se abren las hojas de los árboles en primavera o como aletean los insectos. Pero quizás debe ser esto porque soy un salvaje que no comprende nada. El ruido solo parece insultar nuestros oídos. Y después de todo ¿Para que sirve la vida si el hombre no puede escuchar el grito solitario del pájaro amigo ni las discusiones nocturnas de las ranas al borde de un estanque? Soy un piel roja y nada entiendo. Nosotros preferimos el suave susurro del viento sobre la superficie de un estanque, así como el olor de ese mismo viento purificado por la lluvia del mediodía o perfumado con aromas de pinos.

El aire tiene un valor inestimable para el piel roja ya que todos los seres comparten un mismo aliento -–la bestia , el árbol, el hombre, todos respiramos el mismo aire. El hombre blanco no parece consciente del aire que respira: como un moribundo que agoniza durante muchos días es insensible al hedor. Pero si les vendemos nuestras tierras deben recordar que el aire nos es inestimable, que el aire comparte su espíritu con la vida que sostiene. El viento que dio a nuestros abuelos el primer soplo de vida, también recibe sus últimos suspiros. Y si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben conservarlas como cosa aparte y sagrada, como un lugar donde hasta el hombre blanco pueda saborear el viento perfumado por las flores de las praderas.

Soy un salvaje y no comprendo otro modo de vida. He visto a miles de búfalos pudriéndose en las praderas, muertos a tiros por el hombre blanco desde un tren en marcha. Soy un salvaje y no comprendo como una máquina humeante puede importar más que el búfalo al que nosotros matamos sólo para sobrevivir.

¿Qué seria del hombre sin los animales? Si todos fueran exterminados, el hombre también moriría de una gran soledad espiritual; porque lo que le suceda a los animales también le sucederá al hombre. Todo va enlazado.

Deben enseñarles a sus hijos que el suelo que pisan son las cenizas de nuestros abuelos. Inculquen a sus hijos que la tierra está enriquecida con las vidas de nuestros semejantes, a fin de que sepan respetarla. Enseñen a sus hijos que nosotros hemos enseñado a los nuestros que la tierra es nuestra madre. Todo lo que le ocurra a la tierra le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres escupen en el suelo, se escupen a sí mismos.

Esto sabemos: La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos: Todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado.

Ni siquiera el hombre blanco, cuyo Dios pasea y habla con él de amigo a amigo, queda exento del destino común. Después de todo, quizás seamos hermanos. Ya veremos. Sabemos una cosa que quizá el hombre blanco descubra un día: Nuestro Dios es el mismo Dios. Ustedes pueden pensar ahora que El les pertenece lo mismo que desean  que nuestras tierras les pertenezcan; pero no es así. El es el Dios de los hombres y su compasión se comparte por igual entre el piel roja y el hombre blanco. Esta tierra tiene un valor inestimable para El y si se dañara, se provocaría la ira del Creador. También los blancos se extinguirán, quizá antes que las demás tribus. Contaminen sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos.

Pero ustedes caminarán hacia su destrucción rodeados de gloria, inspirados por la fuerza del Dios que los trajo a esta tierra y que por algún designio especial les dio dominio sobre ella y sobre el piel roja. Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos porqué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde esta el matorral? Destruido. ¿Dónde está el águila? Desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.


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