Todos los 5 de junio de
cada año se celebra el Día Mundial del Medio Ambiente el cual fue establecido por la
Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 5 de junio de 1972, para marcar el inicio
de la Conferencia de Estocolmo sobre el Ambiente. Otra resolución adoptada por
la Asamblea General ese mismo día dio origen a la creación del Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
El Día Mundial del Ambiente es uno de los principales
vehículos que las Naciones Unidas utilizan para fomentar la sensibilización
mundial sobre el medio ambiente y promover la atención y acción política al
respecto.
Los objetivos son darle una cara humana a los temas
ambientales, motivar que las personas se conviertan en agentes activos del
desarrollo sostenible y equitativo, promover el papel fundamental de las
comunidades en el cambio de actitud hacia temas ambientales, y fomentar la
cooperación, la cual garantizará que todas las naciones y personas disfruten de
un futuro más próspero y seguro.
Este año el Día Mundial del Medio Ambiente tiene como
lema Piensa. Aliméntate. Ahorra.
Según FAO,
cada año se desechan 1,3 billones de comida, lo que equivale a la producción
total del África Subsahariana. Al mismo tiempo una de cada siete personas en el
mundo se va a la cama hambrienta y más de 20.000 niños de menores de cinco años
mueren diariamente de hambre. Así, un 98% del hambre mundial se da en países en
vías de desarrollo. En el Mensaje del Secretario General de la ONU, con motivo
de este día señalo; “Vivimos en un mundo de abundancia, en el que la producción
de alimentos supera con creces la demanda. Sin embargo, 870 millones de
personas sufren de desnutrición y el retraso del crecimiento infantil es una
pandemia silenciosa. Para crear el futuro que queremos, debemos corregir esta
desigualdad. Debemos garantizar el acceso a una alimentación adecuada para
todos, doblar la productividad de los pequeños agricultores, que cultivan la
mayor parte de los alimentos en el mundo en desarrollo, y hacer que los
sistemas alimentarios sean sostenibles frente a las crisis ambientales y
económicas. Esta es la visión de mi «Reto del Hambre Cero», que se puso en
marcha el año pasado en la Conferencia Río+20 de las Naciones Unidas sobre el
Desarrollo Sostenible”.
Una forma de
reducir la brecha del hambre y mejorar el bienestar de los más vulnerables es
hacer frente a la pérdida y el desperdicio masivo inherente a los sistemas
alimentarios actuales. Hoy en día, al menos un tercio de todos los alimentos
que se producen no llegan de la granja a la mesa. Esto es, ante todo, una
afrenta a quienes padecen hambre, pero también representa un enorme costo
ambiental en términos de energía, tierras y agua.
En los
países en desarrollo, las plagas, la falta de instalaciones de almacenamiento
adecuadas y la ineficiencia de las cadenas de suministro son los principales
factores que contribuyen a la pérdida de alimentos. Quienes cultivan para la
exportación también están a menudo a merced de las expectativas demasiado
estrictas de compradores que priman la perfección estética. En los países
desarrollados, los alimentos desechados en los hogares y los establecimientos
de venta de comestibles y de restauración se pudren en los vertederos,
emitiendo cantidades significativas de metano, un potente gas de efecto
invernadero.
La pérdida y
el desperdicio de alimentos es algo a lo que todos podemos hacer frente. Por
eso, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura y los asociados de
los sectores público y privado han puesto en marcha la campaña «Piensa.
Aliméntate. Ahorra: Reduce tu huella alimentaria» para fomentar una mayor
conciencia a nivel mundial y dar a conocer soluciones adecuadas para los países
desarrollados y los países en desarrollo.
La infraestructura y la tecnología pueden reducir la
cantidad de alimentos que perecen después de la cosecha y antes de llegar al
mercado. Los gobiernos de los países en desarrollo pueden trabajar para mejorar
la infraestructura básica y potenciar al máximo las oportunidades de comercio
con los países vecinos; los países desarrollados pueden apoyar el comercio
justo y racionalizar las fechas de caducidad y otros sistemas de etiquetado;
las empresas pueden examinar los criterios que aplican para rechazar productos
agrícolas; y los consumidores pueden reducir al mínimo los desperdicios
comprando solo lo que necesitan y aprovechando los restos de comida.
En este Día Mundial del Medio Ambiente, quiero instar
a todos aquellos que intervienen en la cadena alimentaria mundial a que asuman
la responsabilidad de adoptar sistemas alimentarios ecológicamente sostenibles
y socialmente equitativos. Se prevé que la población mundial, actualmente 7.000
millones de personas, crecerá hasta alcanzar los 9.000 millones en 2050, pero
el número de personas que padecen hambre no tiene por qué aumentar. Reduciendo
los alimentos desperdiciados podemos ahorrar dinero y recursos, minimizar los
efectos para el medio ambiente y, por encima de todo, avanzar hacia el objetivo
de lograr un mundo en que todos tengan suficiente para comer.
Piensa.Aliméntate.Ahorra pretende animar a todos a
disminuir la huella alimentaria evitando el desequilibrio actual y sus efectos
en el medio ambiente. Hemos de ser conscientes de las consecuencias de nuestras
decisiones alimentarias y de cómo tomarlas de forma más acertada.
Actualmente nuestro planeta trata de ofrecer los
recursos necesarios para sus 7 billones de habitantes (9 millones en 2050), sin
embargo, FAO estima que un tercio de la producción alimentaria se pierde o es
desechada. Ese hecho es altamente perjudicial para los recursos naturales y
genera consecuencias negativas en el medio que nos rodea.
Si desperdiciamos comida, significa que todos los
recursos empleados para producirla también lo son. Así por ejemplo, producir un
litro de leche supone gastar 1.000 litros de agua o producir una hamburguesa
16.000 litros... Todas esas emisiones de gas durante el proceso habrán sido en
balde si desechamos alimentos.
De hecho, la producción global de alimentos ocupa un
25% de la superficie habitable, un 70% de consumo de agua, un 80% de
deforestación y un 30% de gases. Es, por tanto, uno de las actividades que más
afectan a la pérdida de biodiversidad y a los cambios en el uso del suelo.
Pero, ¿qué significa tomar decisiones acertadas?
Elegir aquellos alimentos cuyo impacto al medio ambiente es menor, es el caso
de la comida orgánica en la que apenas se usan productos químicos. O adquirir
productos en mercados locales en los que se sabe que no ha sido necesario el
transporte y por tanto, no han supuesto grandes emisiones de gas.
Se habla de un
apocalipsis ambiental por el grave deterioro del
Medio Ambiente. El proceso de
deterioro del Medio Ambiente en
los últimos años se ha acrecentado de forma vertiginosa, se contaminan los
suelos, el agua, la atmósfera, los cambios climáticos son evidentes y como
resultado muchas especies animales y vegetales se extinguen. Se debilita la
diversidad genética y con ella las potencialidades de la vida misma. Todo esto
se encuentra en el centro de las problemáticas vitales para la humanidad, se
han convertido en una de las mayores preocupaciones políticas, económicas,
sociales y educativas de cuya solución depende la existencia de la Madre
Tierra..
A partir de que el ser
humano hace mal uso de los recursos naturales y consume productos que pueden
resultar innecesarias, los desechos en lugares inapropiadas causando problemas
de salud y ambientales severos que va destruyendo lentamente a la humanidad.
La Tierra posee un
delicado sistema, la cual nos permite sobrevivir, pero al alterarlo, corremos
el grave peligro de perderlo todo, incluso nuestras vidas. Un mal sistema de
gestión de las basuras, producirá un deterioro y depreciación del entorno
debido a la contaminación del aire, del agua y del suelo y la pérdida de tierras
agrícolas, forestales, etc. El más grande perturbador del delicado medio
ambiente es la contaminación que todo ser humano produce ya que entre más
consumimos, más materias primas se pierden en su elaboración y la contaminación
tanto del agua, aire y el suelo impedirían la recuperación de los ecosistemas.
Pero la conciencia
social mundial debe cultivarse, porque ningún plan alimentario será exitoso si
continuamos agrediendo al planeta, el problema del calentamiento global es grave
y se acentúa cada día más.
Manuel Freytas, periodista,
investigador y analista en un interesante artículo titulado: “El sistema se
autodestruye. Señales del Apocalipsis: Prepárense para el desenlace” dice “Los
científicos y funcionarios que "alertan" sobre la catástrofe
ambiental, no la relacionan con la propiedad privada capitalista, con la
búsqueda de rentabilidad y concentración de riqueza en pocas manos, con la
sociedad de consumo y con las trasnacionales y bancos que controlan los
recursos naturales y los sistemas económicos productivos sin planificación, y
sólo orientados a la ganancia privada en todo el planeta.
En las cumbres sobre "cambio
climático" sólo se habla de “impacto ambiental", de "emisiones
contaminantes" que destruyen el planeta, sin profundizar en las
raíces y causalidades del sistema capitalista que las produce. Esta omisión
(cómplice y consciente) permite hablar de la "víctima" (el
planeta y la mayoría de la humanidad) sin identificar al "criminal" (los
grupos y empresas capitalistas que concentran activos y fortunas personales depredando
y destruyendo irracionalmente el planeta).
No se trata de procesos
aislados, sino de un colapso sistémico.
Y de un resultante: La
destrucción y el suicidio colectivo de la humanidad programada solo para
consumir y votar presidentes en la más completa ignorancia del sistema que rige
y ordena su vida.
Es como si hubiera
estallado un aviso de Apocalipsis: Terremotos, lluvias de una intensidad
inusitada en todo el hemisferio sur, nevadas históricas en el este
norteamericano y el norte europeo, sequías devastadoras en las mismas regiones
donde no hace mucho las inundaciones arrasaban a poblaciones enteras.
Aludes, incendios
forestales, crecidas de ríos y océanos, deshielos monumentales, hambrunas
masivas, manchas de petróleo extendiéndose como una macha asesina de la vida,
como la que ya se instaló en el sur de EEUU.
El clima estalla
encadenadamente en diversos frentes, la economía mundial colapsa y se derrumba
el modelo económico financiero a escala planetaria, los desocupados, marginados
y hambrientos ya ascienden a la mitad de la población humana, y los conflictos
intercapitalistas por los mercados y recursos estratégicos están generando y
elevando un clima de tensión militar mundial alimentado por una carrera
armamentista nuclear.
El sistema capitalista,
como acción y como resultante es irracional, no planificado y (salvo la
búsqueda de rentabilidad y de concentración de riqueza en pocas manos) carece
de lógica estratégica para preservar y proteger racionalmente al planeta de su propia
acción depredadora y destructiva.
Para la mayoría de los
científicos esos fenómenos catastróficos son la consecuencia natural de la
contaminación y la destrucción del planeta. Para otros es una señal mística del
"fin del mundo".
La irracionalidad (la
no consideración de emergentes o de efectos colaterales nocivos y/o
destructivos) convierte a las empresas capitalistas en depredadoras del medio
ambiente (ríos, fauna, y animales incluidos) por la sencilla razón de que no
actúan siguiendo intereses sociales generales (la preservación del planeta y de
las especies), sino en la búsqueda de intereses particulares (la preservación
de la rentabilidad y la concentración de riqueza privada).
En este contexto, las
cumbres para hablar del calentamiento global y de los cataclismos en
ascenso, siempre terminan en un fracaso a causa de los intereses enfrentados y
las guerras por los mercados que predominan en el sistema capitalista·
Otro interesante artículo
de Aland Bisso-Andrade, llamado Calentamiento
global: el quinto jinete del Apocalipsis es muy ilustrativo de los comienzos de
las emisiones de CO2 originadas por el hombre y sus consecuencias como es el calentamiento
global.
La
primera extracción exitosa de petróleo la consiguió el coronel Edwin Drake, en
Pennsylvania, EE UU, en 1859, después de cavar un pozo de solo 21 metros de
profundidad. El petróleo, que en aquella época solo se utilizaba con fines de
iluminación, calefacción y para calafatear barcos, inició una era de
explotación que pronto se extendió por todo el mundo. Sin embargo, no fue sino
hasta la aparición de los automóviles, a fines del siglo XIX, que la necesidad
de la gasolina generó el mayor despegue de su explotación. En 1914 ya existían
más de un millón de automóviles, cifra que en 1922 se elevó a 18 millones
cuando Henry Ford lanzó su famoso modelo T. Se ha calculado que a fines de
2011, rodaban en el mundo poco más de mil millones de automóviles (uno por cada
siete habitantes), 240 millones de los cuales (casi 25%) pertenecen a EE UU (1
por cada 1,3 habitantes). Si añadimos todos los demás medios de transporte que
utilizan petróleo, gasolina u otro derivado, la cifra de combustible (no
retornable) que se quema cada día es inimaginable.
De
otro lado, el carbón utilizado desde la prehistoria como fuente de energía-,
con la revolución industrial y el advenimiento del barco a motor, el
ferrocarril y la producción del acero, elevó su extracción y comercialización
en proporciones insospechadas. En la actualidad, el carbón cubre las
necesidades energéticas de las centrales térmicas de casi 40% de la
electricidad que se produce en todo el mundo, y más de 60% en la producción
mundial de acero.
Producto
de la combustión del petróleo, el gas natural y el carbón, solamente en el 2008
se lanzaron a la atmósfera más de 31 000 millones de toneladas métricas de CO2,
siendo sus principales productores: China (7 500 millones) y EE UU (5 700
millones). La deforestación, tal como la tala indiscriminada de árboles,
también contribuye en forma significativa en la emisión de CO2.
La
tasa de emisiones de CO2 en el aire aumentó de 280 a 383 ppm durante este mismo
período (más de 100 ppm en relación a la era preindustrial), lo cual significa
que el contenido actual de CO2 es el más elevado de los últimos dos millones
años. Pese al Protocolo de Kyoto que EE UU no acogió–, las emisiones de CO2
siguen en aumento y se calcula que se incrementará en 130% para 2050, con
funestas consecuencias para el ecosistema y la salud humana.
Impacto
ambiental
Normalmente,
la atmósfera debe mantener un equilibrio entre la recepción de la radiación
solar y la emisión de radiación infrarroja que se devuelve al espacio, a fin de
lograr un equilibrio energético y así mantener un rango de temperatura
ambiental que permita la vida.
Sin
embargo, el enorme cúmulo de CO2 y metano en la tropósfera (10 a 15 km sobre la
superficie terrestre) hace que la radiación infrarroja sea retenida y devuelta
(o reflejada) a la Tierra, con lo que se genera el denominado ‘efecto
invernadero’ y la consiguiente elevación de la temperatura global del planeta. El
periodo 2001-2010 fue el más cálido desde que se iniciaran los registros en
1850. Se estima que las temperaturas mundiales de la superficie del suelo y del
mar superaron en 0,46 °C la temperatura media de 14 °C correspondiente al
período de 1961 a 1990. El año más cálido de todos fue 2010, con una
temperatura media estimada en 0,53 °C por encima de la media a largo plazo. De
otro lado, el aporte masivo de CO2 a los océanos produce su acidificación con
la consiguiente alteración del ecosistema marino, incluido el zooplancton,
elemento inicial de la cadena alimentaria. Además, el incremento de la
temperatura lleva a la elevación del nivel mar, producto del deshielo glacial y
del aumento de las precipitaciones, todo lo cual es causa de inundaciones y
sequías.
La
OMS, en 2007, consideró al calentamiento global como el ‘quinto jinete del
Apocalipsis’, así, se suma a los otros jinetes apocalípticos que describe la
Biblia (anticristo, guerra, hambre y peste).
Impacto
en la salud pública
Se
ha encontrado que el calentamiento global puede alargar el ciclo reproductivo
de los insectos, mejorar el desarrollo de vectores, como los mosquitos
Anopheles spp. y Aedes aegypti, entre otros, y acortar el periodo de incubación
de los agentes patógenos, con lo cual se facilita la propagación de infecciones
como el dengue, malaria, fiebre amarilla, leishmaniasis y enfermedad de Lyme.
Del mismo modo, agentes como el estafilococo, estreptococo y bacterias
involucradas en infecciones gastrointestinales, como el cólera, la salmonella,
entre otras enterobacterias, tienden a invadir y atacar con mayor rapidez en
los ambientes con altas temperaturas.
De
otro lado, la anormal migración animal a causa de las altas temperaturas ha
tenido una estrecha correlación con la emergencia de infecciones virales
serias, como las del Ébola, del Hendra, del Nipah-like y el síndrome
respiratorio agudo y grave (SARS). Otra consecuencia del calentamiento global
sería la aparición de un mayor número de casos de meningoencefalitis amebiana
primaria por Naegleria fowleri, un microorganismo termofílico de vida libre que
prolifera a temperaturas ambientales de 30 °C o más. Además, se ha observado
que las inundaciones en zonas cálidas favorecen la diseminación de parásitos de
transmisión hídrica, como el Cryptosporidium spp., y las infecciones por
Leptospira spp. y hongos.2-4 Las zonas urbanas con alta temperatura ambiental,
además de la mayor emisión automotriz de CO2 y otros gases, generan una mayor
producción de ozono a nivel del suelo, lo cual se ha relacionado con un
dramático aumento de la prevalencia de enfermedades alérgicas como la rinitis y
el asma, en los últimos 20 años, e incrementado las complicaciones en los
pacientes con procesos pulmonares crónicos como la fibrosis o la enfermedad
pulmonar obstructiva crónica.
Finalmente,
los fenómenos climáticos de inundaciones, sequías, tornados y huracanes
relacionados al calentamiento global, generan pérdidas humanas y materiales,
una gran población de desplazados, deterioro de las áreas de cultivo, hambruna,
epidemias, incremento del índice de pobreza y menor acceso a los servicios de
salud, todo lo cual incrementa notablemente la morbimortalidad de la población
afectada.
Futuro
y solución
Si
los índices actuales de emisión del CO2 se mantienen, el futuro no es
promisorio. La temperatura promedio de la Tierra seguirá elevándose y las
consecuencias serán devastadoras. Se considera que una elevación mayor de 2 °C
sobre la temperatura media global, llevará a cambios irreversibles en la biósfera
y en los océanos. Compete a la responsabilidad de cada país controlar la tala
ilegal de árboles, emitir medidas para el reemplazo progresivo del carbón,
petróleo y derivados, por otras fuentes energéticas que no dañen el ecosistema,
lograr la renovación efectiva del parque automotriz y generar desde las
escuelas una cultura de preservación del medio ambiente. El fenómeno del
calentamiento global no respeta credos ni banderas; sin embargo, como siempre
suele ocurrir, serán los países pobres los que lleven la peor parte. Un país
como el nuestro, que ni siquiera está preparado para un siniestro local, no
tendría la menor oportunidad de enfrentar una catástrofe de dimensiones
globales. El cambio climático ya no es un mito ni una pesadilla de ciencia ficción,
es un hecho real que se inició hace varias décadas.
Somos
inquilinos de un planeta que nos acaba de pasar la factura de nuestra “moderna
civilización”. Con todo el daño que hemos hecho ya no tenemos crédito. Si no
arreglamos cuentas ahora, seremos desalojados y ya no hay otro planeta Tierra a
la vuelta de la esquina.
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