Es
indiscutible el daño para la salud y el medio ambiente. La ingeniería genética
aplicada a los vegetales, animales y a los diversos alimentos humanos entraña
serios riegos de salud y de vida, porque rompe con las leyes de la naturaleza.
El traspaso de genes de un organismo a otro, de una especie vegetal
o animal a otra, puede producir serios trastornos, muchos de
ellos de consecuencias impredecibles.
Los
transnacionales productores de semillas, alimentos y agroquímicos -entre ellos
MONSANTO- usan la ingeniería genética para producir semillas estériles (que no
se reproducen), semillas híbridas (que degeneran en cada cosecha), pollos
pelones, vacas superlecheras, tomates resistentes al frío, soya, maíz, papas y
otros cultivos resistentes a las plagas (porque le meten a las
semillas bacterias que rechazan las plaga), pero que tienen efectos
nocivos para la vida vegetal, animal y humana.
Las
semillas que ofertan esas corporaciones generan productos tóxicos y células
cancerígenas; y, además, producen resultados descendentes en las cosechas, al
tiempo que los productores nacionales quedan atados al suministro
transnacional.
Así
las cosas, los cultivos transgénicos erosionan la seguridad alimentaria y la
salud, en cuando consumimos productos dañinos a la integridad física y mental;
y afectan la soberanía alimentaria, dado que las semillas transformadas y los
secretos de la ingeniería alimentaria son propiedad exclusiva de las
trasnacionales.
Las
grandes corporaciones de las semillas y los alimentos transgénicos son cinco:
Monsanto y Dupont de EEUU, AstraZeneca de Inglaterra y
Suecia, Novatis de Suiza y Aventis de Francia. Ellas dominan el
80% de la biología genética del mundo, el 60 % del mercado de plaguicidas, el
100% de semillas transgénicas y el 23 % del mercado de semillas
naturales.
Las
principales empresas multinacionales químicas, las responsables de la
contaminación tóxica por sustancias sintéticas nocivas o por pesticidas,
controlan ahora la investigación y aplicación industrial de la ingeniería
genética o por pesticidas, bajo el derecho de patentes que creará monopolios
absolutos orientados sobre todo al desarrollo de cultivos resistentes a sus
propios herbicidas. La Empresa Multinacional Monsanto tiene el 80% del mercado
de las plantas transgénicas, seguida por Aventis con el 7%, Syngenta (antes
Novartis) con el 5%, BASF con el 5% y DuPont con el 3%. Estas empresas también
producen el 60% de los plaguicidas y el 23% de las semillas comerciales.
En
su dinámica empresarial predomina el afán de aumentar sus ganancias, sin
importarles los efectos dañinos sobre la naturaleza, el ambiente y los seres
humanos.
La
razón como siempre es la codicia disfrazada con argumentos comerciales y
políticos. Como ejemplo, la multinacional Monsanto, que manipuló las semillas
de soja para hacerlas resistente a su plaguicida de amplio espectro Roundup,
que supone la cuarta parte de los ingresos de esta empresa, las patentó, y
ahora se las vende a los agricultores bajo estrictas condiciones de un
contrato-licencia de uso, como los programas informáticos, hasta con, incluso,
acceso a sus tierras de cultivo los siguientes dos años de la cosecha.
La
revolución verde de los transgénicos fue una campaña de gobiernos y empresas
para convencer a los agricultores de países en desarrollo para que sustituyeran
cultivos autóctonos por variedades de alto rendimiento dependientes de
productos químicos y fertilizantes. En la India provocó la pérdida de casi
50.000 arroces distintos, en Indonesia se han extinguido 1.500 variedades
locales de arroz en los últimos 15 años. Los insecticidas y herbicidas,
empleados necesariamente, causaron la pérdida de numerosas especies que vivían
en los arrozales. Desde que en los años 40 Estados Unidos introdujera los
insecticidas, las pérdidas de cosechas por plagas se han incrementado un 13%...
Es
falso que procuren resolver los problemas agrícolas y de alimentación de los
pueblos: su móvil esencial es el lucro a como dé lugar. Su política de
comercialización, además, se caracteriza por vender paquetes completos, en los
que semillas transgénicas se ofertan atadas a los fertilizantes, fungicidas y
herbicidas, incluidos los nefastos “herbicidas plásticos”
MONSANTO,
por ejemplo, estuvo involucrada en la creación del llamado “agente Naranja”,
usado por el Pentágono en la guerra de Vietnam para quemar enormes extensiones
de cultivos y bosques, que a su vez provocaron la muerte de más de 400 mil
vietnamitas, junto a deformaciones y enfermedades terminales a muchos
sobrevivientes y a sus descendientes.
Hace
34 años la humanidad tenía un problema, la ciencia tenía una fascinación, y la
industria tenía una oportunidad. Nuestro problema era la injusticia. Las masas
de hambrientos crecían y al mismo tiempo la cantidad de campesinos y agricultores
disminuían. La ciencia mientras tanto, estaba fascinada por la biotecnología
–la idea de que podríamos manipular
genéticamente los cultivos y el ganado (y la gente) para insertarle
características que supuestamente superarían todos nuestros problemas. La industria de los agronegocios
vio la oportunidad de extraer las enormes
ganancias latentes en toda la cadena alimentaria. Pero el sistema
alimentario tremendamente descentralizado les impedía llenarse los bolsillos.
Para remediar esta enojosa situación había que centralizarlo. Todo lo que la
industria tuvo que hacer fue convencer a los gobiernos de que la revolución
genética de la biotecnología podía poner fin al hambre sin hacer daño al
ambiente. Pero, dijeron, la biotecnología era una actividad con demasiado
riesgo para pequeñas empresas y
demasiado cara para investigadores públicos. Para llevar esta tecnología al
mundo, los fitomejoradores públicos tendrían que dejar de competir con los
fitomejoradores privados.
Los
reguladores tendrían que mirar para otro lado cuando las empresas de
agroquímicos compraran compañías de semillas que, a su vez, compraron otras
compañías de semillas. Los gobiernos tendrían que proteger las inversiones de
las industrias otorgándoles patentes, primero sobre las plantas y luego sobre
los genes. Las reglamentaciones de inocuidad para proteger a los consumidores,
ganadas arduamente en el transcurso de un siglo, tendrían que rendirse ante los
alimentos y medicamentos modificados genéticamente.
La
industria obtuvo lo que quiso. De las miles de compañías de semillas e
instituciones públicas de mejoramiento de cultivos que existían treinta años
atrás, ahora solo quedan diez transnacionales que controlan más de dos tercios
de las ventas mundiales de semillas que están bajo propiedad intelectual. De
las docenas de compañías de plaguicidas que existían hace treinta años, diez
controlan ahora casi el 90% de las ventas de agroquímicos en todo el mundo. De
casi mil empresas biotecnológicas emergentes hace 15 años, diez tienen ahora los
tres cuartos de los ingresos de esa industria.
Y
seis de los líderes de las semillas son también seis de los líderes de los
plaguicidas y la biotecnología. En los últimos treinta años, un puñado de
compañías ganó el control de una cuarta parte de la biomasa anual del planeta
(cultivos, ganado, pesca, etc.) que fue integrada a la economía del mercado
mundial.
Actualmente,
la humanidad tiene un problema, la ciencia tiene una fascinación y la industria
tiene una oportunidad.
Nuestro
problema es el hambre y la injusticia en un mundo de caos climático. La ciencia
tiene fascinación con la convergencia a escala nanométrica –incluyendo la
posibilidad de diseñar nuevas formas de vida desde cero. La oportunidad de la
industria radica en las tres cuartas partes de la biomasa del mundo que aunque
se usa, permanece fuera de la economía de mercado global. Con la ayuda de
nuevas tecnologías, la industria considera que cualquier producto químico
fabricado a partir del carbono de combustibles fósiles puede hacerse a partir
del carbono encontrado en las plantas. Además de cultivos, las algas de los
océanos, los árboles de la Amazonía y el pasto de las sabanas pueden ofrecer
materias primas (supuestamente)
renovables para alimentar a la gente, hacer combustibles, fabricar aparatos y
curar enfermedades, a la vez que eludir el calentamiento global. Para que la
industria haga realidad esta visión, los gobiernos deben aceptar que esta
tecnología es demasiado cara. Convencer a los competidores de que corren
demasiado riesgo. Hay que desmantelar más reglamentos y aprobar más patentes
monopólicas. Es el poder corporativo y
la frontera final en la mercantilización de la vida
El peligro de los transgénicos es explicado en el portal de información independiente BlackListedNews.com publicó
un artículo que explica detalladamente cómo los consumidores son expuestos a
los peligros de los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) o transgénicos,
como se les conoce comúnmente, en el mayor experimento humano, sin tener
conocimiento de ello.
Madison Ruppert, el
autor del esclarecedor –y estremecedor- artículo, explica con lenguaje claro
las evidencias científicas que exponen los peligros de los productos que han
sido modificados genéticamente, así como los de aquellos que han sido rociados
con el famoso pesticida “Roundup”
de la multinacional Monsanto. Comparte dos estudios publicados en la
prestigiada revista científica Chemical Research in Toxicology, de la American
Chemical Society (Sociedad Americana de Químicos), que explican los enormes
daños que causan estos productos a la salud.
El glifosato, principal componente del herbicida Roundup, tiene
consecuencias severas sobre el desarrollo de los seres humanos. Interfiere con
la división celular de los embriones, generando defectos de nacimiento. Además,
junto con los demás químicos contenidos en el producto, induce la muerte
celular, provocando la muerte de tejidos (necrosis).
Por si fuera poco, este potente herbicida, el más utilizado en el
mundo, provoca la fragmentación del ADN, la contracción del núcleo celular y su
fragmentación. Los niveles en que estos productos químicos se encuentran en los
alimentos destinados al consumo humano resultan suficientes para causar un daño
irreparable.
Las
corporaciones de la ciencia transgénica proclaman con grandes fanfarrias que sus nuevos productos revolucionaran la
agricultura, eliminarán el hambre, curarán enfermedades y mejorarán la salud
del público en general. En la realidad, a través de la práctica de
sus negocios y poder político, los ingenieros genéticos han hecho claro que
tienen la intención de usar la GE para dominar y monopolizar el mercado mundial
de granos, alimentos, fibras y productos farmacéuticos.
La tecnología
de ingeniería genética (GE) ofrecida por corporaciones transnacionales de
“ciencia de la vida” plantas, animales, seres humanos y microorganismos,
patentando y después comercializando los resultantes de tales como Monsanto y
Novartis consiste en la práctica de alterar o interrumpir los planos genéticos
de organismos vivientes - genealimentos, granos y otros productos para obtener
ganancias. GE es una técnica revolucionaria que se encuentra todavía en una
etapa temprana de desarrollo. Esta tecnología tiene el poder de romper barreras
genéticas fundamentales -no solamente entre especies sino también entre seres
humanos, animales y plantas.
Insertando al
azar genes de especies no relacionadas entre sí -utilizando virus, genes
resistentes a los antibióticos y bacterias como vectores que promueven la
alteración permanente de los códigos genéticos, los organismos cuyos genes han
sido modificados son capaces de transmitir estos cambios a sus descendientes
por herencia. Los ingenieros genéticos de todo el mundo están alterando,
insertando, recombinando y programando material genético. Genes provenientes de
animales, incluyendo genes humanos son combinados con los cromosomas de
plantas, peces y animales creando como resultado formas de vida transgénicas.
Por primera vez en la historia las corporaciones transnacionales de
biotecnología están llegando a ser los arquitectos y dueños de “vida”.
Con poco o ningunas
restricciones, requerimientos de etiquetado, o protocolo científico, los
bio-ingenieros han comenzado a crear cientos de productos monstruosos
genéticamente alterados los cuales son de peligro para la salud, el ecosistema
e impactos negativos en lo socioeconómico en billones de campesinos en todo el
mundo. A pesar de un número creciente de científicos que afirman que las
técnicas del separado genético son inexactas e impredecibles, de ahí su
peligrosidad inherente- gobiernos y agencias regulatorias que apoyan el
desarrollo genético, liderados por los Estados Unidos mantienen que alimentos
GE y cosechas son “sustancialmente equivalentes” a alimentos convencionales y
por ello no es requerido etiquetas de información ni ensayos de seguridad
pre-market. Este mundo nuevo de alimentos monstruosos es espeluznante.
Actualmente se
encuentran disponibles más de cuatro docenas de alimentos y semillas
genéticamente alterados que están siendo cultivados o disponibles al público en
los EEUU. Estos alimentos y semillas están ampliamente dispersados en la cadena
alimenticia y en el ecosistema. Más de 60 millones de hectáreas son cultivadas
con semillas GE solamente en los EEUU mientras más de 500,000 vacas lecheras
están siendo inyectadas regularmente con hormona de crecimiento bovino (rBGH).
La mayoría de
alimentos procesados en el supermercado prueban “positivo” a la presencia de
ingredientes GE. Además de esto, varias docenas de cosechas GE se encuentran en
la etapa final de desarrollo y pronto serán utilizadas en el ambiente y
comercializadas en el mercado. De acuerdo con la Industria de la biotecnología
casi el 100 % de alimentos y fibras serán el producto de la ingeniería genética
dentro de 5 a 10 años. El “menú escondido” de estos alimentos en los Estados
Unidos incluye: soya, aceite de soya, maíz, papas, calabacitas, aceite de
canola, aceite de semilla de algodón, papayas, jitomates y productos lácteos.
La ingeniería
genética de alimentos y productos de fibra es inherentemente peligrosa - para
humanos, animales, el medio ambiente y el futuro de agricultura orgánica. Como
el doctor Michael Antonieu, científico británico en biología molecular explica:
el separo de genes ha dado “resultados inesperados en la producción de
substancias toxicas... en bacterias, cultivos, plantas y animales alterados
genéticamente con el problema que permanecen sin detectarse hasta que una gran
amenaza a la salud pública se hace presente”. Los peligros de alimentos y
cultivos GE se clasifican dentro de tres categorías: peligros a la salud
humana, peligros ambientales y peligros socioeconómicos. Un breve vista en los
productos que han sido probados de ser peligrosos nos provee de un convincente
argumento sobre porque necesitamos una moratoria global en todos los productos
y cultivos GE.
Los productos
creados genéticamente poseen claramente el potencial de ser tóxicos y amenazar
la salud humana. En 1989 un suplemento dietético mejorado genéticamente llamado
L-tryptophan mato a 37 ciudadanos americanos y afecto de manera permanente a
mas de 5,000 dejándoles síntomas como dolorosos desordenes de la sangre,
eosinofilia, síndrome de myalgia (EMS) por sus siglas en ingles, antes de ser
cancelada por la Administración de Alimentos y Substancias. El fabricante,
Showa Denko, el cual es el tercer mas grande productor de químicos en el Japón
hubo por primera vez empleado bacterias GE para producir suplemento fácilmente
adquirible sin receta médica.
En 1994, la
FDA aprobó la venta de la controversial GE Hormona de Crecimiento Bovino
(rBGH), para la inyección de vacas lecheras para forzarlas a producir aun mas
leche, a pesar de científicos advirtieron que altos niveles (400% - 500% or
more) de una potente hormona química, similar a la insulina, el Factor de
Crecimiento (IGF-1) en la leche y productos lácteos provenientes de vacas
inyectadas, posee una serie amenaza para las glándulas mamarias, próstata y
cáncer de colon. Un número de estudios han demostrado que personas con elevados
niveles de IGF-1 en sus cuerpos son mucho más propensas a conseguir cáncer.
jlrlinares@gmail.com
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